En Patria y familia cambia de registro y se le anima al thriller político, cuyo protagonista exhibe una desmesurada ambición de poder.
-Tu novela es un laberinto de sensaciones, sentimientos y sorpresas. Luis Alberto Camino es un político que está por llegar a la presidencia y repasa toda su historia.
-Un político muy tradicional. ¿Por qué digo esto? Porque puertas adentro el tipo es un desastre despiadado. No siente culpa. Es un psicópata. Pero hacia afuera, es un político con una carrera tradicional: centro de estudiantes, militancia, intendencia, gobernación. Y ahora va por la presidencia. Es el caminito que parece que buscan la mayoría de los políticos. A priori, el tipo es una basura, no quiere a nadie, todo lo hace por interés. Pero lo interesante es meterse un poco en su pasado, en la profundidad de por qué es así. No para justificarlo, sino para entenderlo y después para entender que hay gente que es así.
-Uno sigue siendo tan ingenuo que no puede creer que alguien puede utilizar tanto a las personas, a las parejas, a los hijos, a la familia. Ve a las mujeres con un sentido utilitario. Uno muchas veces se encuentra con esas personas, pero nunca cree que puedan ser tan despiadadas.
–Hace todo por interés, hasta el nombre de sus hijos los pone por interés, para sacar una ventaja. Es lindo cuando te ponés del lado del personaje y a pesar de que es una basura, querés que le vaya bien, lo terminás queriendo.
–Luis Alberto Camino dice: “Yo tampoco sé quién soy yo”. Él no busca conocerse y se pregunta ¿quién se conoce realmente? ¿Vos te conocés realmente? Hacés análisis hace tiempo, es casi una religión para vos. ¿Uno se conoce o sigue todo el tiempo buscando conocerse?
-A medida que pasan los años te vas conociendo mucho más, vas conociendo qué te gusta, qué no te gusta, qué hacías porque pensabas que gustaba, qué hacías para encajar en los demás. Y a pesar del análisis, a pesar de los años, muchas veces te seguís haciendo el gil y no mirás algunas cositas. Yo siempre aliento al ejercicio del autoconocimiento, al ejercicio de profundizar. En definitiva, de pasarla bien, de ser feliz, porque eso además contagia al resto. Y me parece que es un acto de generosidad con los demás, no solo consigo mismo.
-¿A veces sentís que tenés que volver a empezar? Cuando te analizás hace mucho tiempo hay momentos en que decís: “Pero si esto yo ya lo había solucionado”, y vuelve a aparecer este tema con mamá, con papá.
-A veces te angustias por algo pequeño, por algo sencillo y da bronca. Decís: “¿Cómo puede ser que me angustio por esto y se me está yendo un montón de energía y tiempo angustiado por esto tan chiquito?”. Casi siempre hay otra cosa por detrás de eso. Y a veces conoces los motivos e igual te hace mal. Y no me parece tan loco. Somos personas, somos máquinas imperfectas y nos puede pasar igual.
-Es un viaje interesante el tema del autoconocimiento.
-Todo lo que hago está relacionado con eso. El trabajo artístico está relacionado con lo personal, aunque esta novela no tiene nada que ver conmigo. El personaje no tiene nada que ver conmigo, está muy alejado. Esto está muy lejos, pero en el fondo siempre hay algo ahí.
–Hay un momento en el que el psicólogo le dice al personaje de la novela: “Estás buscando llenar un vacío con esto”, y él le responde: “¿Quién no buscar llenar un vacío?”.
-Estoy de acuerdo con eso. La vida es como una hoja en blanco y uno la tiene que ir completando. Si en realidad no tiene demasiado sentido, vos le tenés que dar el sentido. Entonces, hay que ver qué hacés. Tal vez lo que le quería decir al psicólogo es que él está negando sus verdaderos conflictos, sus verdaderos problemas y no está apuntando a su vocación, sino que encontró la comodidad en el barro de la política. Encontró ahí una cosa más competitiva, más de no querer al otro, más de ponerse por arriba del otro. El personaje dice en un momento de la novela que no le gusta tener amigos porque no le gustan las relaciones pares. Él se quiere sentir un poquito superior a los demás.
–Estás en Urbana Play, la radio también es parte de tu vida. ¿Por qué te sentís tan en tu casa en la radio? ¿Siempre fue así?
-Sí, y a medida que pasan los años mucho más. Me siento muy pleno, muy realizado. Me pasa también arriba del escenario. A veces es un lío con la vida, por si no encontrás tanta satisfacción afuera, tanta plenitud. Porque en el escenario o en la radio soy el dueño de la situación. Entonces es un poco facho. Soy controlador y estoy seguro. Y no deja de ser un poquito de ficción aún en la radio, no deja de ser un poquito de mentira. Entonces los límites se extienden un poquito más. Yo creo que hay una especie de cliché también con el tema del nene tímido que de grande se hace dicharachero.
-¿Eras un nene tímido?
-Hasta los 13, 14 años, hasta que encontrás que el chiste, la comedia es una manera de comunicarse con los demás. Con las chicas era una manera de comunicarse, no recomendable, porque te ven como un amigo.
-Pero el humor es fundamental. ¿Con Dalia Gutman, tu pareja, te seguís divirtiendo tanto como antes? ¿O llega un momento que ya le conocés todos los chistes y ella te conoce los tuyos y entonces hay que reinventarse? Son muchos juntos, años 22 años.
-A veces nos reímos y a veces nos reímos mucho de terceros porque somos malos. Nos reímos de nuestros hijos porque dicen cosas graciosas. Tenemos mucho para compartir, y de nosotros también, pero más intelectual, cerebral.-¿Hay alguna fórmula?
-Voy a hacer cursi también: Una es que queremos que el otro sea feliz. Eso es clave. No ofenderse. No tomarse las cosas personales. Al principio sos más susceptible a ciertas cosas. Ahora queremos que el otro sea feliz. A veces te querés escapar también y ella se quiere escapar porque soy insoportable.
–Solés hablar de la monogamia, se dice que es una cuestión social, para lo que estamos hechos culturalmente. Algunos dicen que tiene que ver con la relación con la madre, y por eso es difícil bancarse la infidelidad. ¿Vos podrías estar una pareja abierta?
-Desde lo racional te digo que la monogamia es cualquier cosa, pero desde lo emocional, no sé cómo me pegaría. No tengo idea, prefiero no enterarme. Hay una cuestión de ego, me parece. Te sentís golpeado desde ahí y puede ser que sientas un dolor genuino también. Y después vos decís: “¿Y solo por eso rompería todo esto que construimos todos estos años?”.
–Volviste a la TV con una Una noche perfecta. Hay que tener mucho humor, ser muy divertido, tener mucha inventiva para hacer un night show. Ahí podés desarrollar todos tus talentos.
-Pensé que no iba a ser más tele y este es un programa que está buenísimo, hacemos lo que queremos en el mejor de los sentidos. Hicimos un gran equipo con Peto (Menahem), Leti Siciliani y Bebe Sanzo, que admiro mucho y conozco hace muchos años; lo bueno de quererse con la otra persona es que nos podemos decir cualquier barbaridad y nadie se ofende. El programa es cortito, un invitado. Me gusta traer el invitado y no llevarlo al barro. No pregunto nada polémico, nada que lo pueda herir. La gente quiere venir, se divierte, y la paso bien.
–En la novela también se plantea el tema de la cancelación. Me gustaría que contaras lo que pensás de ese tema.
-Yo creo que aflojó un poco el tema de la cancelación, o es más fugaz, te cancelan por seis horas. Ponemos a la misma altura tal vez a un acosador o un violador con alguien que tiró un tuit desafortunado. Entonces son lo mismo. No me gusta la cancelación social, es horrible. Casi siempre es apurada, casi siempre es injusta y se parece bastante a una lista negra.
–Los temidos 50. No sé si para vos empieza otra etapa y cómo lo vivis y como lo sentís hasta ahora.
-Lo siento espectacular, me divierte, me gusta, pero me parece que está más relacionado con que estoy en un buen momento que con la edad.No puedo creer que ya tengo 50 y que en diez voy a tener 60. Somos de una generación que extendió la juventud todo lo que pudo. Interna y externamente, cómo nos vestimos, las cosas que hacemos; está bueno porque la vida se extendió también.
-¿Qué le da sentido a tu vida?
-En primer lugar aparecen los hijos; cuando los ves contentos o los ves bien, decís acá ya está todo, ya no me importa ni el libro, ni la radio, ni nada. Acá está todo. Esto es lo más importante. Te pone en eje, te da la prioridad. Cuando escribo también me siento muy realizado o cuando tengo una buena función o un buen programa.
Fuente: Mariana Arias, La Nación
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