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“Bed rotting”: La moda viral de quedarse en la cama

¿Quién no se quedó un fin de semana entero dentro de la cama después de una noche de excesos, un mes de trabajo intenso o una temporada de insomnio y problemas?

Esta práctica simple y ancestral hoy tiene nuevo nombre y es tendencia en TikTok. En inglés se llama “bed rotting” y puede traducirse como “cama podrida” o “pudrirse en la cama”, porque la palabra “rotting” se aplica, por ejemplo, a una fruta al borde de la descomposición.

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También tiene una denominación con connotaciones más positivas: “pereza terapéutica”, aludiendo a una decisión de desenchufarse y recuperar sueño atrasado y fuerzas.

Según señala una de las más importantes agencias mundiales que predicen tendencias sociales y de consumo, WSGN, el “bed rotting” surge como contraposición a la imposición del bienestar. El “wellness” con sus recetas exigentes de vida saludable, termina imponiéndose como una nueva obligación para los ya saturados habitantes del planeta. “Este año experimentaremos una nueva evolución del autocuidado: la pereza terapéutica. Inspirada en el movimiento ‘anti-bienestar’, esta tendencia convierte el concepto de ‘bed rotting’ en un refinado ritual de cuidado personal, lleno de hedonismo táctil”, explica la agencia en su informe para 2025.

Por las mejores o las peores razones, el “bed rotting” se viralizó y todo un universo de consumidores de redes sociales se sumó a la tendencia de quedarse, por lo menos, un día entero en la cama. Los resultados están a la vista en TikTok.

Descanso público

Si se repasan los posteos agrupados bajo el hashtag “bed rotting”, apareceran una infinidad de camas revueltas, bandejas con platos sucios, paquetes vacíos de galletitas o papas fritas y ropa arrugada o hecha un bollo.

Más cerca de la depresión que del descanso reparador, los que se suman al desafío del día entero en la cama parecen preferir la exhibición de las miserias a la muestra de los goces de conectarse con uno mismo. Sin embargo, la práctica debería servir para mirar hacia adentro y parar el incesante ruido exterior. Otra denominación de moda habla de la “cultura hustle”, la que nos acostumbramos a vivir entre el apuro y el esfuerzo. De esa forma de vida nos tendría que defender la “pereza terapéutica”.

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Los practicantes del “bed rotting”, sin embargo, no desconectan pantallas ni apagan los celulares. Por el contrario, se entretienen maratoneando series o “scrolleando” posteos en TikTok. Esto nos lleva a otra cuestión importante: ¿qué cosas nos estresan en verdad hoy en día?

Uno de los libros más interesantes de los últimos tiempos ayuda a comprender cómo el cambio tecnológico afectó a nuestras vidas. Se trata de “La generación ansiosa” (Paidós) escrito por Jonathan Haidt. Este estudio describe de una manera muy consistente el modo en que la generación Z, la de los nacidos después de 1995, post “millennials”, ha visto afectada toda su existencia por el monto de estrés inédito que provocó el salto tecnológico.

“La generación Z fue la primera de la historia que atravesó la pubertad con un portal en sus bolsillos que los alejaba de sus allegados y los llevaba a un universo alternativo emocionante, adictivo, inestable e inadecuado para niños y jóvenes. Triunfar socialmente en ese universo les exigía dedicar (a perpetuidad) una gran parte de su consciencia a gestionar lo que acabó siendo su marca online. Ahora era necesaria para conseguir la aceptación de sus pares (…) y evitar la humillación online, que es su pesadilla”, dice Haidt. Pasan tanto tiempo mirando los que sus amigos e influencers comparten en las redes, que no se conectan con el verdadero combustible del bienestar: la charla, el cariño, la palabra de las personas de carne y hueso que los quieren.

De ese estrés no los defiende el “bed rotting” que nació y crece en internet.

Repararse

La verdadera “pereza terapéutica” debería funcionar como un reseteoUna detención temporal que nos ponga las pilas y nos permita recomenzar con más energía. En este sentido, pasarse un día o un fin de semana en la cama puede ser la mejor solución a un tiempo de estrés físico o emocional. Peleas, duelos, separaciones o decepciones laborales pueden encontrar en el descanso y el aislamiento el camino para empezar a recuperarse.

¿A qué le temen los especialistas cuando la cama se elige como medida de sanación? A la depresión. Si la única solución posible a los problemas es meterse entre las sábanas y dormir, y esa opción se repite durante mucho tiempo, hay que prestar atención y pedir ayuda profesional.

La falta de sueño reparador durante la vida normal es otra de las razones que vuelven atractiva la práctica del “bed rotting”, según la Academia Americana de Medicina del Sueño. Y aquí las pantallas vuelven a ser responsables de muchas de las dificultades para conciliar el sueño. “Estas tendencias pueden no ser intrínsecamente dañinas, pero es importante recordar que el propósito principal de la cama es dormir”, afirmó la portavoz del organismo, la doctora Anne Marie Morse. “Mantener hábitos de sueño saludables, con horarios regulares para acostarse y despertarse, y no irse a la cama a menos que se tenga sueño, reforzará positivamente la idea de que el lecho es un lugar para dormir”.

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Hay quien diferencia el “bed rotting” de la “pereza terapéutica” alegando que en el primer caso ese descanso no se da por las mejores razones. Es decir, que se debe a una conducta de imitación, o a simple desgano, lo que finalmente genera culpa y remordimiento. En cambio, cuando la “pereza terapéutica” es la opción hay una genuina necesidad de salir del círculo de la productividad permanente, un deseo de recuperar las fuerzas y hasta un cuestionamiento de nuestra forma agitada de vida.

“Está demostrado que, debido a la gran cantidad de estímulos y al cambio constante de atención, uno tiene la sensación de estar agotado después de haber gastado mucha energía”, explica la artista Jenny Odell, autora de “Reconquista tu tiempo. Vivimos con el reloj equivocado y nos está destruyendo. Un manifiesto” (Ariel). Odell escribió su manifiesto durante la pandemia para señalar el modo en que la cultura (sobre todo después de la aparición de internet) nos presiona para no parar la actividad jamás. “Es irónico que nunca dispongamos del tiempo suficiente para dedicarnos a algo tan inactivo como reflexionar sobre la propia naturaleza del tiempo”, opina.

Para recuperar el ritmo propio, desconectarnos en cuerpo y alma siempre puede ser una buena decisión. Si es en la intimidad, sin posteos ni redes sociales, ni siquiera celulares, mucho mejor.

Fuente: Revista Noticias

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