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Cristina deja correr los rumores del pacto con Milei, pero explora nuevas alianzas para armar un frente opositor

“Para enfrentar este tipo de fenómenos es necesario tener un partido fuerte, pero también una visión más amplia”. La frase resuena en el Instituto Patria, la base política de Cristina Kirchner, desde donde la nueva jefa del PJ no para de recibir dirigentes de las provincias a los que alienta a embarcarse en un frente anti-Milei. De movida, a los visitantes les queda claro que el peronismo será la base de una alianza opositora, pero también que la expresidenta considera imprescindible la incorporación de extrapartidarios para enfrentar al gobierno en las elecciones legislativas de 2025.

Desde el Frente Renovador, Sergio Massa se mueve en la misma sintonía. La última semana recibió en sus oficinas de Retiro a la misma delegación de dirigentes correntinos que, un día después, estuvo en la sede del Patria. El exministro de Economía es, dentro del panperonismo, el que más contacto tiene con dirigentes no peronistas. Para Cristina y también para Massa, no solo el presidente Javier Milei está en la vereda de enfrente: también ubican allí a los gobernadores de Pro, la UCR y alguno del PJ que comulgan con la Casa Rosada.

“Nunca vimos gobernadores tan genuflexos”, dicen en las usinas de Unión por la Patria (UP). La propia Cristina Kirchner se interesó porque le acercaran el documento que días atrás publicaron los mandatarios de Juntos por el Cambio (JxC) en relación a las nonatas negociaciones por el Presupuesto 2025, al tiempo que Massa hizo algunos llamados a diputados por afuera de la bancada de UP para pedirles que dieran quorum en la sesión para rechazar el DNU de canje de deuda. Todo lo hicieron bajo cuerda.

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Claro que su condición de opositores –Cristina de forma nítida y Massa con sostenido perfil bajo– no les impide tener acercamientos con dirigentes libertarios para negociar sobre intereses en común, por caso la integración de la Corte Suprema de Justicia o el boicot al proyecto de ley de ficha limpia que impulsó el Pro de Mauricio Macri. “Ellos saben que hay cosas en las que podemos ayudar”, deslizaron en forma inédita en el entorno de la expresidenta.

Otro ejemplo: Massa apoya la eliminación de las PASO –es su postura histórica desde 2013–, mientras que a Cristina Kirchner le cuesta más, porque fueron instauradas durante sus presidencias e ideadas por Néstor Kirchner tras la derrota electoral en 2009. Pero los legisladores kirchneristas estarían dispuestos a negociar “cambios” al proyecto oficial de reforma política, entre ellos el financiamiento privado a las campañas, la publicidad en redes sociales y los aportes sindicales.

En el Parlamento también se registran otros contactos “inconfesables” para unos y otros. En el Senado ya habría un principio de acuerdo para que Victoria Villarruel –enfrentada con Milei y su “mesa chica”– abra el recinto en caso de que sea necesario tratar el rechazo a un eventual decreto de designación de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla como jueces de la Corte Suprema “en comisión”. Ya se sabe que la vicepresidenta es muy crítica del posible nombramiento de Lijo, al igual que Francisco Paoltroni, uno de sus alfiles en la Cámara alta.

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Mientras Cristina sigue con atención los movimientos en el Congreso, le dedica un tiempo relevante de su agenda a las reuniones con dirigentes provinciales. A todos, según pudo saber LA NACION, les dice que piensen en un armado lo más amplio posible para afrontar las próximas elecciones legislativas. Lo que no puede hacer ella, por historia y enconos personales, lo delega en el massismo. Un ejemplo fue su encuentro con los entrerrianos Gustavo Bordet y Guillermo Michel, el exdirector de Aduanas, quien al regresar a la provincia compartió una charla con Diego Bossio, un dirigente que no es querido en el kirchnerismo.

Bossio estuvo en el massismo y más tarde recaló en las huestes del cordobesismo de Juan Schiaretti, de quien fue jefe de campaña en 2023. Y Michel, más allá de lo que piensen en el kirchnerismo sobre el extitular de Anses, hace una cuenta sencilla: “El año pasado perdimos la provincia por solo 17.000 votos, que son los mismos que sacó el Gringo”, argumenta. En la renovada alianza entre el PJ y el FR saben que en la mayoría de los distritos del interior del país no alcanza con levantar las banderas kirchneristas, como sucede en el conurbano bonaerense.

“Construir un gran frente”

La propia Cristina se lo planteó el miércoles pasado a un grupo de 86 dirigentes correntinos a los que recibió en el Instituto Patria. Allí recordó el caso Loan y convocó al PJ provincial –intervenido desde hace cuatro años– a “construir un gran frente para recuperar la provincia y hacer una Corrientes diferente”. Las palabras de la expresidenta quedaron resonando entre los presentes, que luego se preguntaron hasta dónde está dispuesta a ampliar la propuesta electoral de UP. Y no faltaron los que especulan con que intentará aprovechar la pelea que existe entre el gobernador radical Gustavo Valdés y su antecesor Ricardo Colombi.

No obstante, el primer objetivo que trazó Cristina Kirchner para el PJ correntino es su normalización. Los interventores Teresa García y Máximo Rodríguez convocaron a elecciones internas para el próximo 9 de marzo, cuando los afiliados elegirán al nuevo presidente partidario y a su próximo candidato a gobernador. La expresidenta se comprometió a viajar ese día a la provincia para bendecir a los ganadores e iniciar una nueva etapa en una fuerza que viene de sufrir la expulsión del senador Camau Espínola luego de su acercamiento con los libertarios, siguiendo los pasos de su referente Daniel Scioli.

“No le pidió a los correntinos que hagan cristinismo, sino correntinismo”, deslizó uno de los presentes en el encuentro, en el que reapareció después de mucho tiempo José Ottavis, uno de los fundadores de La Cámpora que se fue hace años a vivir a Monte Caseros junto a su familia –después de haber tenido graves problemas de adicción a las drogas– y que ahora colabora con el nuevo armado del PJ provincial. Tanto Ottavis como otros dirigentes saben que no la tienen fácil, a tal punto que piensan que Corrientes podría llegar a convertirse en “la primera provincia libertaria”.

La amenaza de que la mancha violeta se siga expandiendo por el país lleva a los máximos dirigentes de UP a pensar en alianzas de acuerdo a la realidad de cada provincia. Un ejemplo que para el kirchnerismo funciona desde hace años es el acuerdo con Gerardo Zamora en Santiago del Estero, de lo poco que quedó en pie de aquella estrategia de “transversalidad” con gobernadores radicales que ensayó Néstor Kirchner en 2007. Por eso vuelve el peronismo a mirar con simpatía a sectores de la UCR que son críticos de Milei y de Macri. Y también a fuerzas provinciales que, si no pactan con la Casa Rosada, buscarán sobrevivir en las urnas.

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