
El fútbol argentino ya dio sobrados ejemplos de que todos les pueden ganar a todos. El que tuvo billetera liberada para reforzarse o el que armó el plantel con los que el resto no quería. El de escudo gigante, el humilde esforzado peleando por seguir en la categoría. La competitividad ha sido una marca de los campeonatos locales y se celebra que las vueltas olímpicas no se las repartan dos o tres, como en otras ligas.
Todo bien; ahora, es difícil ver cómo River perdió con Sarmiento en el Monumental. Incluso, lejos de los 5 puntos que le puso su propio DT. Un jugador del equipo de Gallardo tiene un valor de mercado que supera la suma de los 11 de Junín. Y el fútbol no es solo plata, pero el ejemplo completa el contexto de disparidad entre los dos. Al menos, disparidad en los papeles.
El tema, más viejo que la pelota, es que no se gana un partido sin hacer goles. Cada uno piensa, lleva a cabo su planteo, desarrolla su estrategia con el objetivo de meter goles. Para eso, los equipos del Muñeco acostumbraron en buena parte de su historia a imponer condiciones. A someter a sus rivales. A dominar el juego. A llegar al gol como producto de esa diferencia.
No se puede acusar a los hinchas de resultadistas. Seis derrotas dolorosas en los últimos siete jugados y sin señales futbolísticas que amortigüen esas caídas. Aletargado en sus reacciones en cancha, sin solidez atrás, sin volumen de juego, sin generación de jugadas peligrosas. Evaluación que no se puede justificar porque le hayan faltado cinco titulares afectados a las selecciones en fecha FIFA.
La debilidad en sus líneas se viene repitiendo. Si hasta el mejor de ayer fue el pibe Cristian Jaime, que muchos ni conocían y recién firmó su contrato el viernes pasado… Riestra, en caso de ganar, este lunes podría dejarlo fuera de los tres que se clasificarían a la Copa Libertadores 2026. Es cierto, faltan varias fechas pero Central y Boca, los dos primeros, tienen un partido menos. Y aunque también pueda llegar vía de Copa Argentina, necesita despertar. Concentración, eficacia y convencimiento, las tres cosas que le alcanzaron a Sarmiento para hacerlo pasar un papelón en su casa.
Fuente: Olé.com.ar
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