El Parque Nacional Iguazú es uno de los míticos Patrimonios de la Humanidad, pero lejos de contentarse con ese honorable título, continúa revelándonos secretos milenarios de la especie humana. Un equipo de arqueología del CONICET y de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) vienen siguiendo los rastros de una civilización perdida que data de épocas precedentes al arribo de Cristóbal Colón en América.
¿Y si las cosas no son como las creíamos? Esa es la duda que siembra y esclarece, poco a poco, la investigación que lidera el arqueólogo y antropólogo Eduardo Apolinare en conjunto con los especialistas de la UNLP Luciano Pérez Pesce, Laura Bastourre y Carola Castiñeira.

Cómo es la civilización del Parque Iguazú, hasta ahora desconocida
En realidad, el objetivo inicial del trabajo era otro: investigar los sedimentos del área, sin saber que allí mismo hallarían algo más grande. En 2019 rastrearon los primeros signos de ocupación humana de un pueblo que vivió, estiman, entre 7.000 y 2.000 años atrás. Es decir, se trata de una población prehispánica bastante densa y, a juzgar por los elementos que fueron hallando, lo contrario a poco desarrollada, que era la base de las suposiciones que se manejaban hasta ahora.
En 2023 el equipo publicó un primer avance formal de Arqueología en las Cataratas, que amplía la información existente, que proviene mayormente de la arqueología brasilera, pero que ha dejado vacíos que recién empiezan a llenarse con narraciones más fieles de pueblos que habitaron tierras misioneras y la región del Litoral en general.

«Cuanto más atrás nos vamos en el tiempo, son más exiguos los restos que vas encontrando», recalcó Apolinare, líder del equipo, en diálogo con La Radio Pública del Oeste.
Según el especialista, la investigación en nuevos contextos arqueológicos ubicados en zonas poco exploradas se propone contar cómo avanzó la historia de estas poblaciones, cómo se adaptaron al ambiente, cómo se relacionaron con otras comunidades y echar luz sobre, por ejemplo, la tecnología cerámica y lítica, el uso del espacio y las prácticas de alimentación.
Así, empezaron el proceso de indagación con preguntas acerca de cómo se comportaban, y, específicamente, cómo configuraban sus herramientas. Estos aportes ayudarían a entender si hubo continuidad entre estos aprendizajes, y también qué lazos tienen los pueblos actuales con los antiguos.

Es algo así como reconstruir un rompecabezas con las piezas que faltan. Evidentemente, muchos objetos no podrán ser recuperados porque lo que fue hecho con madera, hueso, piedra y otros materiales perecibles no pudieron ser conservados hasta hoy. Pero otros sí: ya se recolectaron infinidad de puntas de flechas, cepillos, raspadores, cuchillos y hachas que datan de entre 2.000 y 4.000 años de antigüedad.
Los restos de carbón vegetal y las herramientas descubiertas dan indicios de que estas comunidades ya habían conocido las propiedades del fuego, y lo usaban a diario para forjar sus herramientas de caza, pero también para fabricar artesanías.
Además de lo recolectado, los hallazgos dan a interpretar que estas civilizaciones milenarias recurrían a los ríos de la selva misionera como rutas de movilidad y conexión con otros grupos, lo que también contribuye al trazado del mapa de ocupación humana.
Fuente: Xataka.com.ar
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