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Piero y José, un diálogo imperdible

piero-y-jose-un-dialogo-imperdible Piero y José, un diálogo imperdible

No resulta cómodo rastrear en la historia de la música popular argentina una sinergia autor-compositor-intérprete de la envergadura Piero y José. Habría que remontarse tal vez –con todas las salvedades del caso, claro- al tándem Gardel-Le Pera, que brilló en la década del 30 del pasado siglo, o un poco más acá en el tiempo, a los que conformaron Eduardo Falú y Jaime Dávalos, o “Cuchi” Leguizamón con Manuel Castilla, junto al Dúo Salteño en este caso. La razón es simple: Piero y José no solo han dado una de las canciones argentinas más conocidas, amadas y versionadas en el mundo (“Mi Viejo»), sino también que otro tanto de ellas, casos “Para el pueblo lo que es del pueblo”, “Que se vayan ellos”, “Un hombre común”, “Soy pan, soy paz, soy más”, “Pedro nadie”, “Coplas de mi país” o “El regalao”, han hecho buena mella en el imaginario musical argentino durante períodos sensibles de la historia reciente.

Por eso –y por bastante más- un libro como Dos atorrantes que acaba de salir al ruedo mediante el sello Lugar Editorial y bajo la firma de José Tcherkaski, hace justicia artística e histórica. De José, pues, el periodista, dramaturgo, escritor y autor de todas las letras de las piezas predichas que sin dudas marcaron una época en la historia de la canción testimonial argentina. Piezas que hubiesen sido nada sin las músicas y la interpretación de Piero De Benedictis, claro, el otro atorrante. De ahí que más de medio libro se lo lleve la transcripción al pie de la letra de cuatro largas conversaciones mantenidas entre ambos en distintos momentos del devenir conjunto (1984, 1992, 1999 y 2024), donde José pregunta, Piero responde –o a veces al revés- y así salen pasajes clave de más de medio siglo de vida artística. 

Esos diálogos jugosos van directo a la entraña del dúo y revelan de qué alquimia está hecho. Piero y José por supuesto hablan entre ellos y a calzón quitado de canciones que marcaron una época. José, por caso, se extiende lindo en la conmovedora historia que dio origen a “Pedro Nadie”: una cobertura periodística que hizo para la revista Siete Días, en la que terminó durmiendo en bolsas de pasto que hacían las veces de cama en la casa de Pedro, en las orillas del río Uruguay, y asistió a una verdadera fiesta popular con lugareños. “Dentro de sus limitaciones de vida, porque la pobreza no se idealiza, a Pedro nunca lo oí quejarse, cosa que sí pasa con la clase media”, cuenta Tcherkaski, que volcaría esta microhistoria en una de las primeras canciones del dúo. 

El anecdotario sobre “Mi viejo” se lleva varias páginas también, incluido un recuerdo íntimo de don José para alquilar balcones. “La gente compraba el disco como si fuera pan caliente, no se podía creer la penetración que tenía. Yo tuve que empezar a hacer psicoanálisis, porque precisé ayuda para entender todo lo que estaba pasando”. Aparece en la revista sobre el tema el agradecimiento del mismísimo Papa Francisco cara a cara a Piero por haberla hecho (está la foto de ese encuentro) y los motivos que llevaron a José a componerla.

Los muchachos hablan asimismo del Perón que eligió “Para el pueblo lo que es del pueblo” como canción predilecta. O de la Mercedes Sosa que eligió grabar “Soy pan, soy paz, soy más”. “Don cosas que pasan cuando alguien repara en algo, se identifica y trabaja por los mismos objetivos comunes. Esas cosas que te pasan con seres a los que querés mucho, sea La Negra o Perón, y que en síntesis es el pueblo. Por eso, la alegría de que lo acepten, de que lo usen, de que lo tomen como símbolo”, le dice el músico al letrista en una de las conversaciones. En otra, el recuerdo pasa Folklore a mi manera, disco de fusión que Piero publicó mediando los setenta junto al Chango Farías Gómez, y pasó inadvertido.

Otro eje por el que pivota Dos atorrantes pasa por lateralidades paramusicales. No faltan entre ellas la adhesión de ambos al peronismo. O vivencias acontecidas durante el temprano período de Piero en el seminario de Villa Devoto –del que se fue por no comulgar con el celibato, o pasajes de su vida solitaria, silenciosa y contemplativa en la huerta que hizo durante su exilio en un pueblito español donde vivían 43 personas llamado Ghutande. “Me dormía y me levantaba, según mis necesidades, a cualquier hora (…) Esa huerta me pegó en la cabeza: el hecho de trabajar la tierra, de ver cómo vos le vas dando un poquito y ella te devuelve muchísimo”, recuerda el músico sobre sus años camperos en España. Experiencia que iba a tener su consecuencia en las ecogranjas que forjó cuando le tocó ser Subsecretario de Cultura durante la gestión Duhalde en la provincia de Buenos Aires, donde se enseñaba agricultura orgánica a pibes y pibas de bajos recursos.

Por fuera de las cuatro conversaciones que configuran la columna vertebral de Dos atorrantes, emerge una data de contexto que no sólo está hecha de fotos, partituras, retratos y facsímiles, sino también de voces amigas. Entre ellas, las de Adolfo Pérez Esquivel, el “Cuchi” Leguizamón, Sergio Pujol –autor del prólogo-, y el mismo José, que vuelve sobre sí para explicar por qué dedica el libro a Macedonio Fernández. “Dedico este libro a Macedonio y su mirada tan apasionante sobre el olvido y la ausencia de memoria. ‘Morir es sacarse el sobretodo’ lo dice todo”.

Fuente: Pagina12

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