Aún no empezó la pelea de fondo, pero la CGT ya comenzó el precalentamiento que terminará con la renovación de autoridades, en noviembre próximo. Que no haya arrancado la pelea de fondo no significa que no existan los enfrentamientos: por el contrario, la división interna, ese estado casi permanente del sindicalismo argentino, se agudizó en las últimas semanas y crecerá más con el correr de las horas.
A diferencia de otras etapas, los dirigentes gremiales deberán sentarse a definir la futura CGT en medio de un inédito grado de atomización y luego de que los sectores internos implosionaron al calor de las diferencias (políticas y personales) cada vez más pronunciadas y de los efectos de un gobierno que los desconcierta como el de Javier Milei.
Ya no existen, como en otra época, “los Gordos” porque tomaron caminos diferentes Héctor Daer (Sanidad) y Armando Cavalieri (Comercio); los independientes muestran a Gerardo Martínez (UOCRA) sin decisiones en tándem con Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) y el moyanismo se limita hoy casi exclusivamente al Sindicato de Camioneros. Hay una fracción de aliados que mantienen su autonomía por su experiencia y el peso de sus gremios, como Sergio Romero (UDA) y Rodolfo Daer (Alimentación).
Incluso los dirigentes kirchneristas no funcionan como un bloque: las renuncias de Pablo Moyano y Mario Manrique a la CGT dejaron a este sector sin referentes ni una estrategia coordinada, aunque dos de sus miembros tienen un perfil alto, como Abel Furlán (UOM) y Sergio Palazzo (bancarios).
También existen aliados de unas y otras fracciones, que van cambiando de postura de acuerdo con los vaivenes políticos y socioeconómicos del país. Y dirigentes que apuestan a reagruparse para terciar en la disputa de la cúpula cegetista e incidir en su perfil, como Sergio Sasia (Unión Ferroviaria), quien busca reflotar una corriente interna como el SEMUN (Sindicatos en Marcha para la Unidad Nacional), que llegó a tener alineada a una veintena de gremios.
También existe en los hechos un sector que se maneja con una dinámica propia, como el nucleado en la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), que en octubre o noviembre también deberá realizar un congreso para elegir al sucesor de su titular, Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento), crítico de la conducción cegetista.
El avance de la administración libertaria volvió a fracturar al sindicalismo en duros y dialoguistas, como en tantos otros momentos de la Argentina, pero incluso esas categorías a veces se tornan difusas y los dirigentes van mutando ante la Casa Rosada según sus intereses y necesidades específicas.
En las últimas semanas, a partir de la condena judicial contra Cristina Kirchner, quedó delineado dentro de la CGT un bloque no kirchnerista (o antikirchnerista) y uno kirchnerista que pugnaron por controlar la estrategia de la central obrera: liderados por Hugo Moyano (Camioneros), ganaron los partidarios de tomar distancia de la ex presidenta, aunque esa pelea apenas comenzó. Furlán ya emplazó a la cúpula cegetista a declarar en forma urgente un paro contra “el ajuste de Milei y la proscripción de Cristina”. Y pilotea junto con SMATA y una decena de sindicatos una campaña en favor de la ex mandataria condenada por corrupción (aunque el lema que eligieron es “Cristina libre” y no “Cristina inocente”).
Las tensiones que ya estaban en punto alto aumentaron aún más el lunes pasado, como anticipó Infobae, cuando en la mesa chica de la CGT hubo reproches a quienes integran el Frente Sindical que marchó contra Federico Sturzenegger y criticaron a los líderes cegetistas por su pasividad ante el Gobierno.
De un lado quedaron Daer, Moyano, Martínez y Rodríguez, entre otros, y del otro, casi en soledad, Schmid, titular de la CATT y promotor del flamante Frente de Lucha por la Soberanía, el Trabajo Digno y el Salario Justo, en cuya movilización, junto con las dos CTA, movimientos sociales y sectores universitarios, hubo dirigentes que cuestionaron a la CGT.
Uno de ellos fue nuevamente Furlán, convertido en la cara visible de los críticos del sector mayoritario de la CGT e incluso en candidato a liderar la futura central obrera, como propuso Pablo Biró (pilotos).
En este escenario, el primer componente del debate interno es qué esquema de conducción es el ideal para los desafíos que vienen: ¿triunvirato o un solo líder?
Schmid planteó la necesidad de un único secretario general cuando dijo al programa Modo Fontevecchia que “se acabó el triunvirato” y que “la CGT precisa un solo jefe”. Y esta semana coincidió Luis Barrionuevo (gastronómicos) al inaugurar la sede de su partido, Trabaj.ar: “Vamos a buscar en la Confederación General del Trabajo un nuevo dirigente que sea uno, no tres. Con uno va a alcanzar. Debemos elegir bien y saber el modelo sindical para el Gobierno que tenemos hoy y para lo que va a venir. Y cuando tiremos las balas, vamos a tirarlas todas».
El triunvirato se mantiene con ligeras variantes de nombres desde agosto de 2016, pero nunca funcionó armónicamente. Los tironeos internos siempre terminaron afectando las decisiones de los tres cosecretarios generales y por eso ahora varios dirigentes creen que es el momento de elegir un solo jefe de la CGT. No será fácil: no hay nadie que reúna el suficiente consenso entre sus pares como para ser el único líder, ni tampoco hay unanimidad de criterios acerca de su perfil. ¿Debe provenir de un sindicato industrial, como símbolo del esquema productivo que impulsa el sindicalismo, o del sector de servicios, en ascenso sobre todo en las últimas décadas?
En materia de nombres, hay algunos que circularon con insistencia en los últimos meses, aunque se sospecha que se difundieron justamente para que no lleguen a la meta de la titularidad de la CGT. “Tirar el nombre de alguien cuando falta tanto tiempo para el congreso es para quemarlo”, razonó un dirigente con muchos años de experiencia cegetista.
De todas formas, también puede ser una manera de instalar un “tapado” que no está hoy en el radar de los líderes sindicales y sondear su aceptación.
El más mencionado es Jorge Sola, titular del Sindicato del Seguro y actual secretario de Prensa de la CGT, de perfil moderado y apoyado por algunos miembros de la alianza mayoritaria en la central obrera, que carga con una curiosidad: era el candidato a ministro de Trabajo si Sergio Massa le ganaba el balotaje a Javier Milei.
Hugo Moyano, que hoy tiene a uno de sus dirigentes de confianza, Octavio Argüello, en el triunvirato, hoy no apadrina a nadie en particular para conducir la CGT. Como anticipó Infobae, dicen que el líder del Sindicato de Camioneros resignaría un lugar en la máxima conducción para ubicar a su hijo Jerónimo, de 25 años, como secretario de Juventud.
Otro nombre que circula con insistencia es el de Cristian Jerónimo, líder del Sindicato de Empleados del Vidrio, un ex aliado de Pablo Moyano que se fue alejando del díscolo camionero para acercarse a un dialoguista como Gerardo Martínez, con quien comparten las deliberaciones en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) o los contactos del titular de la UOCRA con funcionarios del FMI.
Por el lado de Luis Barrionuevo, la única certeza es que se retira del triunvirato Carlos Acuña (estaciones de servicio), que le responde fielmente. En su entorno deslizan que para liderar la CGT le gustan Maia Volcovinsky, secretaria adjunta de la Unión de Empleados Judiciales de la Nación (UEJN), y Daniel Vila, líder de la Unión de Trabajadores de Carga y Descarga, que agigantó su perfil por haber sido el dirigente que le ganó a Moyano el conflicto por el encuadramiento de los empleados de Mercado Libre.
Quienes conocen a Barrionuevo creen que su candidato a único jefe de la CGT es Gerardo Martínez, quien, a su vez, cuando le preguntan niega con mucho énfasis que quiera afrontar de nuevo ese desafío al frente de la central obrera (lo hizo de 1995 a 1996).
Héctor Daer (Sanidad) es el otro dirigente que decidió no seguir en la conducción de la CGT y su ex socio de “los Gordos”, Cavalieri, tomó distancia de la estructura cegetista y José González, el dirigente que eligió para ir a la CGT, no participa de las reuniones de la mesa chica ni de Consejo Directivo.
¿Qué hará el jefe de Comercio ante la renovación de autoridades de la central obrera? ¿Volverá al nuevo Consejo Directivo o nombrará a Carlos Pérez, su adjunto en la Seccional Capital y presidente de OSECAC, la poderosa obra social? Por lo pronto, al ser el sindicato más numeroso del país, Comercio tiene un rol clave: es el que aporta la mayor cantidad de delegados al congreso de la CGT.
Como anticipó Infobae, algunos sindicalistas volvieron a hablar del “modelo Ubaldini” para dirigir la CGT. Aluden así a la designación de un dirigente menos conocido y de un gremio chico para conducir la central obrera, equidistante de todos los sectores internos. Es lo que hicieron Lorenzo Miguel (UOM) y Diego Ibáñez (SUPEH) cuando propusieron al ignoto dirigente de la rama levadura del Sindicato de Cerveceros, aunque fue con la idea de manejarlo desde las sombras.
Otro debate en el sindicalismo es la fecha del congreso de la CGT. Hay quienes proyectan concretarlo en la primera quincena de octubre para evitar la interferencia de las elecciones nacionales del 26, aunque la mayoría prefiere que tenga lugar en noviembre, luego de los comicios. Es lógico: si pierde Milei, habrá que elegir una CGT más dura para pelear; si gana, una dialoguista para negociar hasta 2027.
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