Antes de esos minutos finales, no podía decirse que Yael Falcón Pérez y la terna estuviesen perjudicando a Platense; hubo, incluso, un par de situaciones (un peligroso avance de Ronaldo Martínez, que arrancó en claro offside no marcado por Yamil Bonfá, y un fuerte topetazo sin pelota en la medialuna, de Salomón a Driussi, con el juego a distancia, que tampoco le avisó el otro línea, Pablo Gualtieri). Y en un corner ofensivo, le cobró a Martínez Quarta un empujón que fue antes de que la pelota se pusiera en juego.
Sí hubo, ya en el segundo tiempo, un par de tiros libres cerca del área del Calamar en los que se discutió la falta, y uno en el que no había ni que discutir, cuando un tiro de Aliendro fue bloqueado por Picco con el brazo contra su cuerpo, sin ampliar volumen, y pitó un tiro libre de alto peligro a favor de River.
Lo que condena a Falcón es su increíble desbarranque en el tramo final del partido, cuando Acuña comete una falta que merece, al menos, la amarilla (era la segunda y se tenía que ir), y lo deja en la cancha; luego hay un fortísimo choque de Mastantuono con Juárez en el que el de River se ataja con el brazo hacia adelante y golpea al rival; luego sigue el partido con Juárez en el piso, incluso desviándose del juego para interceder entre Mastantuono y Juárez; luego le da a River un lateral que era para Platense y, en el final de ese avance, cobra penal para River. Esto, ya todo en el marco de un adicional de 6’ que luego amplió a 9’.
Tamaña seguidilla de decisiones para el mismo lado resulta difícil de explicar, aunque en el paquete pueda ligar algún palo bonus: el penal está bien cobrado y dar tanto descuento es inusual, pero adecuado a lo que había pasado. Platense demoró todo lo que pudo, hubo atenciones en cancha, ceremonias antes de cada tiro libre. Cuando anuncia 6’ más hasta es poco, y resulta que hay un jugador en el piso que impide reanudar hasta que pasan ya casi la mitad de esa adición; está bien que se agregaran otros 3’, aunque la costumbre ha naturalizado que se premien las demoras y que los árbitros se laven las manos.
Sobre el jugador caído, Falcón no vio falta en el topetazo entre Mastantuono y Juárez y pudo interpretar que el de Platense se quedaba en el suelo para estirar minutos, como habían hecho muchos de sus compañeros; más aún cuando en la continuidad del juego, Platense recuperó la pelota y no la tiró afuera ni le pidió atención al árbitro, sino que continuó el ataque que terminaría, justamente, en el polémico lateral. Ahí sí, antes de que River repusiera la pelota en juego, hizo atender a Juárez.
Pero un árbitro de élite (Falcón está por viajar al Mundial de Clubes y en carrera para el de selecciones de 2026) tiene que mantener una altísima concentración y un gran pulso en los minutos finales de un encuentro eliminatorio. Así, no se le escaparía el planchazo de Acuña y lo habría echado. Y no se distraería en un lateral que, en ese contexto, es una posesión muy valiosa en la definición: para River, fue llegar al área y conseguir un penal. Para Platense era dormir la pelota contra la línea, a 60/70 metros de su arco. La trabada de Martínez Quarta a Zapiola es perceptible pero tampoco le cambian el fallo Bonfá ni el cuarto árbitro, Sebastián Martínez, el que mejor ubicado estaba para verlo.
En el sitio de TyC Sports se difundió que en el último penal, Falcón le pidió a Schor: “Definí esto, que me quiero ir ya”. Y Cozzani y Vázquez le reconocen que se disculpó. A veces sucede que es el propio árbitro el primero que se da cuenta de cuándo la pifió feo

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Fuente: Olé.com.ar
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