De la ambiciosa excursión electrofolk de Milo J al regreso con gloria de Divididos; de la ópera rock de Fito Páez a la incursión rockera de Lali, la redacción de ROLLING STONE propone un repaso por los diez discos argentinos más relevantes de 2025.

1. La vida era más corta – Milo J
La vida era más corta es un trabajo consagratorio que ostenta una solidez que confirma a Milo J ya no como un emergente de la ascendente movida del trap vernáculo, sino como uno de los artistas más ambiciosos de la música popular argentina. Por la magnitud de sus colaboraciones, con highlights de históricos como Silvio Rodríguez, Cuti y Roberto Carabajal y Mercedes Sosa (desde una cinta), pero también con contemporáneos como Trueno, Akriila, Paula Prieto y Nicki Nicole, y con Soledad, una figura cuya irrupción en la escena del folclore en los 90 puede ser equiparable a la de Milo, a la hora de abrirle las puertas a ese lenguaje (a esa tradición) a las nuevas generaciones.
Con canciones intimistas (“Niño”); líneas raperas por Trueno (“Gil”); y una cita de “Giros”, el clásico de Fito Páez, en la voz de Nicki Nicole, a modo de intro de “Ama de mi sol”, el tercer disco como solista en la fructífera discografía del artista que de cachorro sólo tiene la edad (¡apenas 18 años!) es un ejercicio de regionalismo crítico. Milo decidió explícitamente explorar más que un catálogo de ritmos folclóricos. Fue a hacer un viaje, introspectivo y casi etnomusicológico, por Santiago del Estero. De allí se trajo más que canciones, se trajo la experiencia compartida en peñas, patios de tierra y paisajes hipnóticos. Humphrey Inzillo
2. Para quien trabajas – Marilina Bertoldi
En Para quien trabajas, la Marilina Bertoldi de la guitarra eléctrica, la estrella de rock, no está. Hay menos de PJ Harvey y mucho de Aspen Classic. Y hay mucho, todo, de Marilina: compuso, tocó todos los instrumentos, hizo todos los beats, las programaciones, los samples, interpretó y fue, al fin, la productora. Un disco que tuvo que hacerse, que Marilina tuvo que crear, para sacarse de encima el desconcierto, para actuar. Un disco necesario de ella para decodificar el mensaje. Lo que se sabe: cambió de rumbo, buscó, y algo de ella salió para todos nosotros. Romina Zanellato
3. Doga – Juana Molina
Juana Molina se ha convertido en una de las artistas más fascinantes de la región, creando misteriosos paisajes sonoros que te hacen sentir como si te adentraras en un bosque encantado, en un profundo trance. También ha sido muy prolífica, pero Doga es su primer lanzamiento en ocho años y recoge un período de gran creatividad que abarca desde 2019 hasta 2024. Los sonidos no temen ser un poco inquietantes, ya que cada canción se adentra en su propio mundo sobrenatural, pero el compendio se convierte en un espectáculo en el que uno quiere perderse una y otra vez. Julyssa Lopez
4. El retorno – Santiago Motorizado
Buena parte de las canciones de El retorno, el primer álbum solista de Santiago Motorizado (Él Mató a un Policía Motorizado), llevan casi quince años cocinándose. El título juega irónicamente con que su primer disco sea un retorno y, al mismo tiempo, se apoya conceptualmente en volver y darles una nueva vida a un puñado de canciones que unos años atrás se habían filtrado en YouTube. “En verdad las juntó alguien y las publicó sin mi consentimiento. Al principio me molestó, pero como vi que lo que pasaba era muy cariñoso, me amigué con la situación. Por eso El retorno es un poco volver a esas canciones, pero grabadas con banda, como siempre quise hacerlas”, dijo el propio Santi en la nota de tapa de Rolling Stone, editada en noviembre, sobre este disco en el que sobrevuela una y otra vez esa melancolía eterna de sufrir de amor. Sebastián Ramos
5. Novela – Fito Páez
Novela no es solo la concreción del work in progress más extenso en la historia del rock argentino (Fito Páez lo empezó a cranear en 1988), es, también, uno de los proyectos más ambiciosos en la obra de un artista voraz, que en su afán renacentista entrega aquí una suerte de ópera rock, inspirada en Quadrophenia, el álbum que The Who lanzó en 1973. Para entender el peso específico del proyecto, basta decir que el recientemente autorrevisitado Circo Beat (1994), lo sabemos ahora, era un —digamos— spin off de Novela, un tour de force autoral, que esperó más de tres décadas y que, ahora, tiene vida propia. H.I.
6. El lado oscuro – Nina Suárez
Se podría citar casi cualquier verso de cualquiera de sus canciones para caracterizar este disco tan integral y fuertemente lírico. Pero por qué dar vueltas, si El lado oscuro empieza así: “Hace tiempo decidí dejar de creer en una salvación, de hecho, ya no creo en nada”. Como una novelista lanzada y certera, Nina Suárez no se toma más de quince segundos en establecer el marco conceptual de su álbum: una profunda y abierta cavilación existencial, que no se disipará hasta el final, 48 minutos después, aunque pueda oscilar del franco pesimismo a una resignación superadora, de ida y de vuelta. Daniel Flores
7. Saturación pop – YSY A / Evlay
Saturado de Buenos Aires, el artista conocido como Ysy A viajó a Berlín, donde estaba recientemente instalado el productor Evlay. Aunque venía coqueteando con el tango y colaborando con Cucuza Castiello (para desconcierto de los fundamentalistas), Ysy encontró una inesperada inspiración lejos de casa y firmó con Evlay lo que podría ser su mejor disco hasta hoy. El comienzo, con “Saturación pop”, es un reseteo contundente y adictivo, alrededor de un bajo minimalista y recubierto de ecos de una orquesta rota. “Tantas fotos”, con Lia Kali, es una rumba traccionada más que nada por las voces, a medida que “se despiertan los demonios de adentro”. “Café berlinés” tiene algo de diario de viaje y “Trap o pop???” es la autoreflexión artística no extraña en Ysy, pero más presente en este álbum, evidentemente enriquecido por la perspectiva berlinesa. D.F.
8. Anónimo – Juana Aguirre
Una inquietante dualidad impregna Anónimo, el segundo álbum de estudio de la cantautora Juana Aguirre. Transmitiendo la inocencia infantil a través de instrumentos de viento desafinados en “Las mañanas” y rindiéndose a la sensualidad percusiva en “La noche”, el disco es una cautivadora obra electroacústica con un aura sobrenatural. Sumergite en la poesía onírica de Aguirre y descubrí un misterio de abrazos rotos y fantasmas persistentes, que desvela sus transgresiones en una casa sin rincones donde esconderse. Richard Villegas
9. No vayas a atender cuando el demonio llama – Lali
Después de años de consolidarse como una de las principales referentes del pop, Lali decidió dar un volantazo con No vayas a atender cuando el demonio llama, un disco de sonido más crudo y visceral que se alimenta de guitarras y cuenta con una serie de guiños explícitos al rock argentino. No fue un capricho estético ni una búsqueda pasajera, sino más bien una reivindicación de su crianza en el sur de Buenos Aires.
“Una crece, ya hizo varios discos en el camino, siempre muy en la columna vertebral del pop. Pero estoy absolutamente forjada por nuestro rock nacional, como todos”, afirmó Lali en la nota de tapa de Rolling Stone, editada en mayo.
El nombre del disco, y el leitmotiv elegido para ilustrarlo está ahí nomás, al bordecito de enardecer a la Liga de Madres de Familia: una reinterpretación del pentagrama del Sigilo de Baphomet (pero no invertido: al derecho, tipo estrella), con un lado menos, el cual –al ser deconstruido– forma la palabra LALI. Se lo ve en la portada en forma de hebilla de cinturón, justo por debajo de su pupo sudado, en un contexto que cita veladamente la tapa de Like a Prayer (1989) de Madonna. Diego Mancusi
10. Divididos – Divididos
La contemplación es una de las claves de este álbum, que respetando los propios tiempos de inspiración y producción de un grupo que trazó una dinámica de lo impensado en sus constantes presentaciones en vivo, se grabó a lo largo de seis años. La naturaleza y sus procesos biológicos, los usos, costumbres y alienaciones de la sociedad en el siglo XXI y una mirada retrospectiva permiten que el grupo combine reflexiones profundas con una potencia arrolladora que renueva el título de La Aplanadora.
El resultado es mucho más que una colección de doce canciones: es una tesis intuitiva sobre cómo estamos viviendo (y cómo deberíamos aspirar, al menos, vivir). En la era del feat., Divididos opta por enfocarse en su forma más perfecta: el arte del trío, la increíble sinergia del tándem Ricardo Mollo- Diego Arnedo, con casi cinco décadas de complicidad musical, y el tercer integrante de ese par perfecto, Catriel Ciavarella, el baterista de la profecía autocumplida desde hace más de dos décadas.
El arranque, “Aliados en un viaje”, es un ejercicio de post-punk. “Aprendimos a buscar, a cruzar por aguas claras cielo adentro, el camino que a su vez nos acerque el corazón a tierra firme”, es lo primero que escuchamos de la gola de Mollo.
El arte de tapa es más que un envoltorio y funciona como una declaración de principios (o de deseos). Un mensaje que trasciende el ámbito artístico y musical, que muestra una bandera argentina atravesada por una sutura (¿una cicatriz a futuro?). H.I.
Fuente: Rolling Stones.
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