Los técnicos que se quedan porque ganan

Muy otra era la situación justo antes del partido Barracas-Huracán, por la última fecha de la fase de zonas: Estudiantes, goleado por Argentinos, cerraba su temporada en el puesto 15 de la anual, fuera de los playoffs del Clausura y de todas las copas de 2026.

Había llegado a cuartos de Libertadores, donde puso en apuros al Flamengo luego campeón, como su mejor figuración en todo el año. Pocos apostaban por la continuidad del ciclo de Eduardo Domínguez.

Pero, en uno de los arbitrajes más escandalosos de la historia (Andrés Gariano en cancha, José Carreras en el VAR), metieron a Barracas en playoffs volteando a Huracán, uno de los tres resultados que necesitaba Estudiantes; también se dieron los otros, y vinieron el pasillo de espaldas, el título del Clausura y, días después, al Trofeo de Campeones. Ahora hay que hablar de la renovación.

En los mentideros de City Bell no es un secreto que Domínguez no es el DT con el perfil que Sebastián Verón quiere para su conducción. De hecho, al hablar ante el pueblo Pincha, el entrenador fue explícito en agradecer el apoyo de Marcos Angeleri, la pata de la dirección deportiva en la que se siente sustentado. Agustín Alayes, manager, opina como Verón.

¿Pero cómo no sostener a un entrenador que finalizó el año con dos títulos en una semana? Acaso algo parecido le pasó a Diego Milito, que también tiene otra idea de cómo un técnico debe gerenciar un plantel de elite, pero se encontró que Gustavo Costas convirtió a Racing en un ganador y, en su caso, además es ídolo carnal de los hinchas y los representa. Entonces, le ofreció un contrato “eterno”.

En 2014, en River pasaba algo similar: campeón con Ramón Díaz, no era del gusto de la nueva CD pero, ganador y también símbolo, no lo iban a echar.

Aun así, el Pelado sabía que Rodolfo D’Onofrio no lo quería… y se fue solo.