Los gustos y los homenajes tienen algo en común: es mejor dárselos y darlos en vida. Ambas iniciativas se cruzan en el ciclo Adolfo Aristarain: El oficio del cine, que explora la última etapa de la filmografía de uno de los narradores más sólidos del cine argentino. Organizado por la Asociación de Amigos del Museo del Cine con la curaduría de Pablo Conde –reconocido por su trabajo como director del Festival ¡Esto Es Historieta! y por su gestión al frente del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata entre 2021 y 2023–, el mismo tendrá lugar en el Auditorio del Colegio Público de Abogados, Av. Corrientes 1441. Las proyecciones se realizarán con entrada libre y gratuita durante los primeros dos viernes de noviembre y los primeros tres de diciembre, a las 17.30 horas.
“Aristarain es un cineasta fundamental de nuestro cine que trasciende contemporaneidades”, sostiene Conde. “Uno de los pocos que recibió el reconocimiento de la crítica, el público y sus pares sin tener que esperar a ser descubierto años después, con una obra que le sigue hablando a sus espectadores de manera directa. Es un artista que sabe cómo conectar, ya sea desde una trama policial con truculencia o un drama intimista”, reflexiona el programador. El itinerario propuesto recorre cinco títulos que se concentran en el tramo final de la obra de Aristarain. Eso explica la ausencia de películas emblemáticas, como las que integran la espontánea trilogía de finales de la década de 1970 y comienzos de la siguiente: La parte del león (1978), Tiempo de revancha (1981) y Últimos días de la víctima (1982).
El programa inicia el viernes 7 de noviembre con el drama rural Un lugar en el mundo (1992) y continúa el 14 del mismo mes con la aventura histórica La ley de la frontera (1995). El ciclo se reanuda en diciembre. El viernes 5 se exhibirá la saga generacional Martín (Hache) (1997), el 12 la melancólica Lugares comunes (2002), para culminar el 19 con la existencial Roma (2004). Al final de cada función el público podrá disfrutar de un encuentro con integrantes de los elencos y equipos técnicos, enriqueciendo la experiencia.

Puesto a pensar en los elementos que convierten a Aristarain en un nombre ineludible del cine argentino, Conde destaca su capacidad de entender “las necesidades estilísticas y formales para contar un historia con pulso, firmeza y corazón, sin caer en engaños o cursilerías”. Una ecuación a la que suma “la sensatez que reina en la construcción de sus personajes e historias”. “En ellas no hay excesos, disgresiones o movimientos en falso. Sus personajes pueden dudar, fallar estrepitosamente o cambiar de parecer, pero siempre dentro de un marco de sensatez que refuerza el realismo de lo contado”, agrega.
–Como responsable artístico del ciclo, ¿por qué decidiste concentrarte en el período final de su obra?
-Cuando se habla del cine de Aristarain lo primero que resuena es la genial trilogía de policiales que lo encumbró en el panteón de los cineastas nacionales. En los últimos años, también surgió una saludable revalorización de sus “amorosos musicales” (La playa del amor y La discoteca del amor, 1980), trabajos a los que, como a La ley de la frontera, se los minimizó como encargos, cuando el propio Aristarain los tomó como propios. Pero tras su experiencia en Estados Unidos con The Stranger (1987), aparece la necesidad de convertirse también en productor de sus proyectos. Ese quiebre se da con una película clave tanto para su obra como para el cine nacional en general, que es Un lugar en el mundo. Desde ahí se volcó a un cine más reflexivo e intimista. Si bien él fue quién impulsó la concreción de todas sus películas, nos parecía importante resaltar esa “segunda mitad” en la que él encuentra otro rumbo, reforzando su mirada cinematográfica desde espacios más abiertos, en todo sentido.

–A pesar de su relevancia, no es fácil encontrar en el cine argentino una línea sucesoria de cineastas en cuyas obras aparezca reflejada la influencia de Aristarain.
-Efectivamente. Probablemente porque su obra balancea de forma permanente cualidades poco usuales, como la capacidad de combinar espectáculo con sustancia, de invocar emociones genuinas que conducen a que el público se preocupe por sus desenlaces, su insistencia en explorar rincones de la condición humana, aún con profundidad filosófica pero siempre desde lugares sencillos, cercanos a sus espectadores. Y por ese clasicismo con que realza lo narrativo, el desarrollo de sus tramas, personajes y temas, una combinación irresistible. En suma, porque sabe filmar, contar desde lo cinematográfico.

-Pero si tuvieras que elegir a algunos directores como sus herederos legítimos, ¿a quiénesincluirías en esa familia?
-No estoy seguro, si se trata de filmografías completas o de una concepción general, en cuyo caso probablemente los mejores ejemplos sean Fabián Bielinsky e Israel Adrián Caetano. Sin embargo creo que muchos otros reconocerían, si es que ya no lo hicieron, su influencia en algunas de sus obras, de Damián Szifron a Santiago Mitre, de Gabriel Medina a Benjamín Naishtat y Bruno Stagnaro, por enumerar algunos.
–Programar siempre implica trabajar a partir de motivaciones y objetivos determinados, siempre distintos según la naturaleza del espacio, del público o de la institución que lo organiza, entre otras variables. ¿Cuáles fueron las que te ayudaron a articular este trabajo sobre la obra de Aristarain?
-Todo parte de la saludable proactividad de la Asociación de Amigos del Museo del Cine. En un momento en el que todo parece estar suspendido, hacer (proponer, invitar, contagiar) es obligación. Ellos me convocaron con la finalidad de armar un ciclo de cine argentino de calidad, con potencia. No tardamos en acordar que, aunque se proyecten de vez en cuando, no se está viendo lo suficiente el cine de Aristarain. De hecho, salvo alguna aislada emisión televisiva, es terrible que no haya forma de ver sus películas en plataformas, con la excepción de algún ciclo online como el que le dedicó Lumitón en su momento. Por eso está bueno tener la posibilidad de ver a Aristarain en sala. Como debe ser: con calidad de proyección y sonido, en el Colegio de Abogados. En compañía, como se deben ver las películas, en forma ideal.
-¿Y a nivel personal?
-Creo que cuando reparamos en situaciones como la falta de exhibición que sufren títulos tan celebrados como los de este ciclo, es inevitable pensar en el estado en que se encuentra el cine argentino en su conjunto. Por eso es tan importante insistir desde todos los espacios posibles acerca de la necesidad de que el INCAA no desatienda la exhibición en ninguno de sus frentes, desde los Espacios INCAA a CineAr, del Gaumont a su canal de cable y su plataforma online. Espacios en los que quedan claras la variedad, la calidad y las múltiples búsquedas de nuestro cine.

Fuente: Página12
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