“Mostrale la parte de Sting”, le dice Charly García a su manager y amigo todoterreno, Tato Vega. Lo dice con una sonrisa tierna, candorosa, que encierra una ilusión casi infantil. En su teléfono celular, Tato aprieta play y podemos ver algunas de las tomas que el músico inglés filmó en Nueva York para el clip de “In the City”, la canción que Sony Music lanza el 9 de este mes en formato de vinilo single (con un impactante diseño de Ezequiel Vega, colaborador del arte de Random, 2017) y que marca un hito no solo en la obra de Charly, sino en el rock argentino (como si esa disociación fuera posible).
Charly expande su sonrisa, orgulloso. Recién escuchamos, y vimos, la nueva interpretación del tema incluido originalmente en Kill Gill bajo el título “In the City that Never Sleeps”, disco de Charly que tuvo su edición oficial en 2010. Es el crudo, con una mínima edición, de la interpretación que García filmó en su casa, bajo la lente de Belén Asad.
Con una campera de cuero, frente a un teclado Wurlitzer de los 70, canta en inglés esa canción que puede entenderse como una oda a la ciudad en la que una esquina, Walker St. & Cortlandt Alley, lleva su nombre desde noviembre de 2023, cuando se cumplieron 40 años de la edición de Clics modernos. El relato visual encierra un guiño dickensiano: es una historia que transcurre en dos ciudades. Charly recorre la Reina del Plata en un taxi vintage, de los años 70. Sting canta en el puente frente a Grand Central Station y gira por la Gran Manzana en un Yellow Cab, filmado por Maximilian Stafford.

En la repisa que está sobre los monitores, el vinilo de Clics modernos comparte podio con Pink Moon (1972), de Nick Drake; Court and Spark (1974), de Joni Mitchell; y The Eraser (2006), de Thom Yorke. En una de las paredes, se destaca el afiche de Listen Up! The Lives of Quincy Jones, el documental sobre el productor y arreglador de Miles Davis, Aretha Franklin y Michael Jackson, entre otras glorias. Es la hora del crepúsculo de un miércoles de septiembre y estamos en el living de la casa del joven ingeniero de sonido Matías Sznaider (responsable de La lógica del escorpión, el álbum que Charly lanzó en 2024, y también de esta nueva grabación). Es un departamento pequeño, prolijo y acogedor (a diez cuadras de la públicamente conocida morada de García, en Coronel Díaz y Santa Fe), en el que Charly suele pasar buena parte de sus días. Acá, dicen, se siente cómodo. Acá, ahora, se lo ve feliz. “¿Lo vemos de nuevo?”, propone Tato. “¡Pero ponelo más fuerte!”, le pide Charly a Matías, el anfitrión.

Las volutas de humo le dan una atmósfera cinematográfica a la escena. El índice y el anular de la mano derecha de Charly sostienen un cigarrillo y, en la mesa de trabajo, hay un vaso con whisky y otro con agua, más chico, que hace las veces de cenicero. Ahí, prolijamente, irá tirando las cenizas. Es emocionante verlo a Charly en la pantalla, con su característica mirada de perfil, amable y penetrante a la vez; sus gestos clásicos, como cuando emula el afiche de la enfermera pidiendo silencio; y su mano, acercando el micrófono a los labios. Pero más emocionante es verlo a Charly acá, a menos de un metro, estrechar sus manos, extremadamente suaves, luciendo un buzo de The Shinning [El Resplandor, 1980; clásico de Stanley Kubrick, uno de sus directores favoritos] mirando la pantalla, con una sonrisa perenne y cantando al unísono esa canción mid tempo que se adhiere como pegamento instantáneo.
“Todavía no caigo de la emoción de que un artista de la talla de Sting, al que siempre tuve presente en mi vida, participó con tanta buena onda y predisposición. Al ver el video o escuchar la canción con amigos no deja de sorprenderme. Espero que la gente lo disfrute como nosotros disfrutamos haciéndolo”, celebra García.
“Soy un inglés en Nueva York, y me encanta la ciudad”, escribe Sting vía mail, en exclusiva para ROLLING STONE, con un guiño a una de sus canciones más emblemáticas. “Claro que me iba a atraer una canción que ensalce su encanto y sus virtudes. Charly grabó algunas de sus canciones más célebres en Nueva York. Conoce la energía e inspiración que puede transmitir. Me encantó ‘In the City’ la primera vez que la escuché. Captura esa sensación que uno tiene en Nueva York de estar rodeado de gente y, al mismo tiempo, solo. En cuanto a la voz, es un honor cantar con Charly, así que fue fácil cantar con entusiasmo y desde el corazón. Fue divertido arreglar y combinar las armonías. Le sirvieron a la canción, pero también fueron un mensaje musical divertido para Charly”.
Charly no está con la locuacidad de otros tiempos, por eso también prefirió responder por mail. Unos días más tarde de nuestro encuentro, García evoca la génesis del feat.: “Esta colaboración surgió de forma natural, cuando nos encontramos en los camarines antes de su show. Siempre fui un gran admirador de su sonido y forma de componer. Era un tema que ya había escrito y que, además de ser en inglés, me pareció perfecto para la voz de Sting en el estribillo”. Esa noche, el domingo 23 de febrero pasado, Charly llegó a los camarines del Movistar Arena por una invitación del manager de Sting, Martín Kierszenbaum, y de Dominic Miller, guitarrista y mano derecha del músico inglés desde 1990, ambos nacidos y criados en la Argentina.
“Es difícil expresar exactamente lo que la música de Charly significa para mí. Es algo bastante profundo”, explica Kierszenbaum. “Mis padres siempre tocaban música en casa. Mi mamá tocaba el piano, especialmente Chopin. Mi papá ponía discos de rock y también de Gardel, Piazzolla y las compilaciones de Aquí Cosquín. De hecho, fue mi mamá quien me trajo una copia de Clics modernos al volver de un viaje a Argentina, cuando ya estábamos viviendo en Estados Unidos. Para mí, ese disco no solo sirvió como vínculo al lugar y a la cultura que me habían formado como persona, sino que también logró combinar todos esos estilos de música con los cuales me había criado de una forma maravillosa. Es más, de cierta manera, sabiendo que fue grabado en Nueva York me hizo sentir más conectado a mi familia y a mis amigos en Argentina. Además, me inspiró desde un punto de vista musical ya que ese álbum es una obra de arte”, asegura.

“Cuando pensamos en música argentina siempre hablamos de dos nombres: Charly y Mercedes. Personalmente yo pondría a Spinetta en la lista también”, explica Dominic, que llamó personalmente a Charly para invitarlo al concierto de Sting en Buenos Aires. “Nos dimos cuenta de que ellos verdaderamente querían ver a Charly con amor, ¿viste? No es que querían tener una foto para cholulearlo”, relata Tato. “Cuando entramos al camarín, Sting estaba tocando el bajo. Abrieron la puerta, nos presentaron y se quedaron charlando cuarenta minutos. Charly había llevado una copia en vinilo de La lógica del escorpión [su álbum más reciente]”. Un hermoso souvenir para su colega, con arte de Renata Schussheim y Martín Gorricho.
En ese rato, le mostraron a Sting una foto en la que el músico inglés, en su primera visita a Buenos Aires, con The Police en 1980, está leyendo una revista Pelo con el propio Charly García en la tapa. Un testimonio seminal del englishman en Buenos Aires, que, de modo acaso metafísico, se resignifica con la colaboración que acaban de concretar, 45 años después.
Tanto Martín Kierszenbaum como Dominic Miller, que unos días más tarde sería homenajeado por el intendente de Hurlingham, su ciudad natal, hablan perfecto español. “Y sabían todo sobre Charly”, resalta Tato Vega.
Charly disfrutó del concierto al costado del escenario y, luego del show, la noche depararía una anécdota curiosa: los dos músicos y toda una comitiva partieron en varias camionetas escoltadas por la policía, cruzando semáforos en rojo de Villa Crespo a Puerto Madero. Cenaron en el Hotel Faena, un sitio en el que Charly juega de local (allí tocó unos temas en público, por última vez, en junio de 2024). La admiración que provocaba la presencia de García le sirvió a Sting para acabar de dimensionar la importancia del músico argentino. Incluso Alejandro Lerner, que también estaba en esa cena, no podía dejar de comportarse como un fan de García. “Es que él es el inventor de todo”, le explicaba a Sting. “I know, I know”, respondía el ex The Police.
No hizo falta mucho más para que el inglés incorporara toda esa información. Que, por cierto, retuvo. Así lo recuerda ahora: “Me encanta tocar en Buenos Aires. El público es muy musical y participativo”, explica. “Tener a Charly en nuestro concierto fue genial. Me regaló una copia en vinilo de su álbum y pudimos charlar antes y después del concierto. Dondequiera que va en Buenos Aires, la gente le dice: ‘Gracias, Charly’. Es un sentimiento muy bonito que comparto. Gracias, Charly, por tu música y por invitarme a cantar esta canción con vos”.
En esa sobremesa surgió el embrión de esa colaboración. “Sting sigue sus instintos. Tiene un compás musical interno muy fuerte, que lo guía en todas sus decisiones. No hubo que convencerlo de nada”, cuenta Kierszenbaum, que se recibió en la Universidad de Michigan como bachiller en música, después de varios años en la industria en 2005 lanzó su propia discográfica, Cherrytree Records, y desde 2016 se desempeña como manager del inglés.
Ambos músicos nacieron hace 74 años, en octubre de 1951, a 11 mil kilómetros de distancia y con apenas 21 días de diferencia. Audrey Cowell dio a luz a Gordon Matthew Thomas Sumner el martes 2 en el Sir GB Hunter Memorial Hospital en la localidad inglesa de Wallsend. Carmen Moreno trajo al mundo a Carlos Alberto García Moreno el martes 23, a las 11 y 20, en el Sanatorio Otamendi y Miroli de Buenos Aires.
Cuando se vieron por primera vez, en octubre de 1988, estaban soplando 37 velitas. Por entonces, Gordon ya era Sting, había liderado The Police, había lanzado dos discos como solista, había protagonizado el documental Bring on the Night (Michael Apted, 1985) y era una estrella de proyección global. Carlos ya era Charly, había integrado Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán, llevaba más de cinco discos como solista, había protagonizado el documental Adiós Sui Generis (Bebe Kamín, 1976) y estaba proyectando sus canciones al resto de Latinoamérica.

Aquel encuentro fue en el marco de la gira con la que Amnesty International celebró los 40 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Unos meses antes, en julio de 1988, Charly junto a Nora Cortiñas y militantes de Amnistía Internacional, se habían encadenado a la reja de la Embajada de Chile en Buenos Aires para protestar contra la dictadura de Augusto Pinochet, iniciada casi quince años antes, el 11 de septiembre de 1973. Del tour participaban Bruce Springsteen and the E. Street Band, Peter Gabriel, Sting, Tracy Chapman y el senegalés Youssou N’Dour, además de artistas locales de cada escala, que en el caso de Argentina fueron Charly García y León Gieco. Crónicas de la época consignan que Charly no tuvo acceso a hacer una prueba de sonido para su presentación en River, y no tuvo eco desde las consolas cuando pidió que subieran el volumen. Su set, de apenas cuatro canciones, incluyó “Demoliendo hoteles”, “Los dinosaurios”, “Nos siguen pegando abajo” y “En la ruta del tentempié”, con una destacada labor del Negro García López en la guitarra. Sting estuvo acompañado con una banda que incluía a los jazzistas Branford Marsalis (saxo) y Kenny Kirkland (piano), y un set con una canción que denunciaba las desapariciones en Chile, “Ellas danzan solas (Cuecas solas)”, con la participación de un grupo de referentes de las Madres de Plaza de Mayo sobre el escenario.
Charly estaba enojado, sentía un destrato por parte de los organizadores. Y se vislumbraba una lucha de egos. Por eso, sus plomos pegaron unas calcomanías en los equipos de Springsteen que decían “The Boss is Charly García”. Lo que podría haberse entendido como una broma inocente no cayó bien en la troupe de El Jefe. Pero, además, Charly y Bruce discutieron por la traducción al español de la letra de “Get Up, Stand Up”, el tema de Bob Marley y Peter Tosh, que se había convertido en el himno de aquella gira. Charly lo contó así: “La letra en castellano que me dieron no pegaba. Fuimos a lo de Bruce a ensayar, entonces yo dije: ‘Che, Bruce, mirá, esto está fuera de métrica’. Sting la había escrito. Y ahí entró Sting y dijo: ‘Sí, tenés razón, ¿cómo la haríamos?’. Entonces le sugerí ‘para siempre ya’, en vez de ‘para nunca jamás’ o una cosa que no tenía mucho sentido. Y que, además, no pegaba con la música”. A Bruce Springsteen no le gustó nada esa corrección. En los pasillos del estadio, Charly vociferaba: “I’m the boss, I’m the boss!”. Cero onda.
“Sting intelectualmente comprende todo”, le dijo a Susana Giménez en una recordada entrevista televisiva de 1989 en la que contó, también, que Peter Gabriel le había mandado una carta felicitándolo por el entonces flamante Cómo conseguir chicas. De Bruce, no contó nada bueno.
“Sting fue principalmente el que entendió el concepto de las modificaciones que sugerí para el tema”, cuenta Charly, ahora. Y evoca el inicio de su admiración por el músico inglés: “Con Synchronicity [1983, quinto y último álbum de estudio de The Police] entendí el aporte que Sting le estaba haciendo a la música de ese momento”.
También Sting lo recuerda: “Sentí una conexión musical con Charly en aquellos conciertos. Había escuchado sus canciones y, en persona, se hacía aún más evidente que era un espíritu musical verdaderamente original y especial”.
Pasaron 37 años desde la gira de Amnesty. “Desde el principio, existió un respeto mutuo y musical entre los dos. La idea de grabar una canción juntos surgió orgánicamente. El impulso fue musical y natural como siempre con Sting. Charly le sugirió la canción y a Sting le gustó. No se contempló demasiado el significado histórico o cultural, aunque, para mí, como manager de Sting y admirador de la música de Charly, este dueto, sí, es algo muy emocionante e importante”, reconoce Kierszenbaum. Él y Dominic, cuenta Sting, suelen poner sus canciones en el micro de gira y entre bastidores: “Tanto Martín, que también creció en Buenos Aires, como Dominic sienten un inmenso respeto por Charly, un compositor e intérprete extraordinario. Por ellos yo conocía el trabajo pionero de Charly”. Y aclara: “En realidad, esta no es mi primera colaboración con un artista argentino. Llevo mucho tiempo colaborando con Dominic. Hemos escrito muchas canciones juntos, incluyendo ‘Shape of My Heart’”.
A medida que avanzaba la colaboración, el ingeniero de grabación, Matías Sznaider, que trabaja con García desde 2017, se involucró en el proyecto: “Nos juntamos con Charly y surgió la idea de rescatar unas grabaciones recientes de ‘In the City’ que tenían mucho potencial. Había que terminar de elegirlas, de darles forma. Pero, a priori, nos parecía que la canción, por el estilo y porque la letra es en inglés, era la indicada. Con la decisión tomada, nos juntamos a escuchar el material y Charly fue muy claro en cómo quería que se luzca el tema. Tenían que preponderar el piano eléctrico, el bajo y la batería. Las guitarras tenían que aportar texturas, más que nada”, relata. “Las escuchas críticas las hicimos en mi casa y las grabaciones adicionales en el estudio Happy Together”. Sting recibió la maqueta del tema con las sugerencias para grabar sus intervenciones vocales y las guitarras de Dominic Miller, y levantó el pulgar. “Vamos para adelante”, respondió.

El cantante y Miller grabaron sus partes juntos en Oregón, noroeste de Estados Unidos, en el estudio portátil del ingeniero Tony Lake, habitual colaborador del artista. “Con buenas canciones es fácil saber qué tocar. Es como que la letra y la música te dirigen. Yo grabé estas guitarras en media hora”, cuenta Dominic.
Parceiro de Sting desde hace tres décadas y media, ha colaborado con Phil Collins, The Pretenders, Rod Stewart, Peter Gabriel, Sheryl Crow y muchos más. Sin embargo, a nivel emocional y musical, esta experiencia está en lo más alto de su trayectoria. “Es increíble haber tocado con todos estos artistas, pero tocar con Charly se siente diferente, o como que después de esta experiencia no me importa más nada”.
“Tato, el manager de Charly, y Matías, su ingeniero, hicieron que el proceso sea muy cómodo y fácil. En lo personal, me conmovió mucho escuchar esas armonías que agregó Sting a la canción. Fue alucinante oír ese sonido tan original y familiar en combinación con el de Charly. El hecho de que ahora existan juntos en una canción es impresionante”, celebra el manager del inglés, que se encargó de mandar las grabaciones a Buenos Aires.
Con Morph the Cat (2006), el álbum de Donald Fagen, como una de las referencias sonoras, Matías, Tato y Charly decidieron grabar la batería en Unísono, el estudio porteño construido por Gustavo Cerati. Convocaron a Diego López de Arcaute, baterista de Juana Molina y de La Grande, con más de dos décadas de impecable trayectoria. “Para mí, Charly y Sting son dos dioses de la música. Están entre mis principales influencias hasta el día de hoy y son de esos artistas por los que yo y muchos otros nos dedicamos a esto”, explica el baterista. “Cuando me comentaron que existía la posibilidad de que hicieran un tema juntos y que, además, había chances de que yo pudiera participar me pareció una locura. Estuve recontra ansioso y me costaba dormir”, confiesa.
“A Diego me lo recomendó mi hijo”, dice Charly. “Desde la primera toma del tema me di cuenta de que era perfecto para la base de la canción”, sentencia.
Diego no oculta la emoción: “Por supuesto que fue un impacto fuerte estar con Charly en el estudio. No podía creer estar grabando con él, ahí presente. Primero tocamos el arreglo que estaba contemplado y luego a él se le ocurrió agregar algo con los toms para el final del tema, y quedó buenísimo. Todo fluyó super bien y fue redivino conmigo. Estando ahí me comentó que su hijo le había hablado muy bien de mí. Eso fue algo que me emocionó porque siempre tuvimos buenísima onda con Migue, a quien admiro y conozco desde hace años. Solía venir a vernos cuando tocábamos con Lucas Martí. Ellos compartieron una etapa en A-Tirador Láser”.
La sesión tuvo un plus: “Esa tarde, después de grabar, escuchamos el tema con Charly: las voces de Sting, las guitarras de Dominic, mi bata… ¡Una gloria, todo! El tema me encanta. Y escucharlos a ellos dos juntos me liquida. Es tremendo todo lo que pasó, mucho más que un sueño para mí”.
Charly también estaba conmovido: “Me produjo una emoción increíble escuchar la voz de Sting y quedé muy conforme con el sonido general del tema”, asegura. No menos emotivo fue para Sznaider: “La estética estuvo muy impresa desde un primer momento. Obviamente todo cobró un halo de magia con el material que aportaron Sting y Dominic, con pinceladas de fineza y de sorpresa. El desafío de la mezcla fue potenciar eso”, explica. “Charly confía mucho en mí, así que tengo mis espacios para detenerme microscópicamente en ciertas cosas, y después él viene a supervisar ese trabajo. Siempre se llevaba una copia para escucharla en su hábitat, y venía con sugerencias y anotaciones. Por su parte, Sting, Martín y Dominic mandaron ideas. Por ejemplo, sugirieron que aceleráramos un poco la canción, y eso me causó mucha emoción, porque demostraron lo comprometidos que estaban con el asunto. No fue una cosa hecha al pasar. Siguieron el proceso desde que empezó hasta que terminó. Y eso me llena de felicidad”.
En una entrevista publicada en Clarín, en 1993, Charly le contaba a la periodista Hinde Pomeraniec que se pasaba el día cantando “If I Ever Lose My Faith in You”, el entonces flamante tema de Sting. “Lo que más me gustaba de esa canción era el desarrollo dramático y musical”, explica Charly ahora. Y asegura que ambos, Sting y él, comparten un modo de entender la música.
Cuando en 1999, la revista La García lanzó la campaña “Charly Presidente”, él se prestó al juego y armó su gabinete. El ministro de Educación sería Sting. La justificación llega un cuarto de siglo después. “Era por el video de ‘Don’t Stand So Close to Me’, el tema de The Police”.
En 2022 en el canal de YouTube del músico Rick Beato, Sting destacó la importancia del puente en la estructura de la canción. Sus declaraciones, en consonancia con el lanzamiento de su álbum The Bridge [El puente], se viralizaron en redes sociales. “Ya he dicho antes que el puente en una canción es la terapia: una forma de evaluar o procesar la historia del resto de la canción”, sostiene ahora Sting. “Charly es un gran compositor y siempre me impresiona cómo puede integrar diferentes estilos en sus canciones. Como resultado, sus arreglos son impredecibles y frescos. El elemento clave en la música es la sorpresa, y nadie puede decir que Charly no nos haya sorprendido a todos en algún momento. Me esfuerzo por sorprenderme a mí mismo al hacer música. Creo que, en ese sentido, Charly y yo podríamos ser parecidos”.
La colaboración con Sting en el mes de su cumpleaños es para Charly un nuevo hito en un año que, en los últimos meses, dejó una variada serie de polaroids de emoción extraordinaria.
En abril, fue a escuchar el DJ set en vinilos de Facu Iñigo, con un grupo de amigos que además de Tato incluyó a Fabián Von Quintiero y Andy Chango, en el recientemente inaugurado Victor Audio Bar. Comió mariscos, bebió whisky sour, la pasó bien. “Fue una alegría enorme”, le dijo el Zorrito a ROLLING STONE. “Salir de noche con Charly es la vida misma”.
El martes 19 de agosto, Charly llegó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires para recoger, en un acto en el aula 108, colmada por personal docente y alumnos, el diploma con el título de Doctor Honoris Causa. “Gracias a la Universidad por este reconocimiento tan importante. Desde ahora, pasaré a llamarme ‘Doctor’ Charly García”. Con apenas un par de frases, Charly transformó en inolvidable un evento que, en otro caso, podría considerarse un mero acto protocolar. Pero con García siempre es diferente. “Siempre me gustó que me reconozcan por haber hecho un aporte para la cultura de este país. Me emociona ver a los que, gracias a mi música, crecieron conmigo. Recibir tanto cariño siempre me pega de forma muy positiva”, cuenta.

Unos días después, casi en secreto, se juntó con Nito Mestre, Raúl Porchetto, María Rosa Yorio y León Gieco en el estudio Crazy Diamond de Parque Chacabuco, para escuchar la reedición remasterizada del único disco que grabaron juntos hace cinco décadas. Además, revisaron el arte gráfico del álbum que por estos días estará disponible en vinilo, CD y también en las plataformas digitales. “Tengo siempre presente el recuerdo de mis compañeros del grupo y lo lindo que fue cantar con ellos. Además, me gustó mucho cómo quedó la nueva masterización”, celebra. “El vinilo me parece el mejor formato para escuchar música”, agrega. Así que la reedición de casi toda su obra en vinilo (acaban de lanzar Influencia, 2002, y Rock and Roll yo, 2003) es otro motivo de festejo.
El jueves 4 de septiembre fue a ver el partido de la selección contra Venezuela, por la última fecha de las eliminatorias, la hipotética despedida oficial de Lionel Messi en el Monumental. El mismo escenario donde cantó con Sting en 1988, el mismo estadio que llenó con Serú Girán en 1992. “Tengo grandísimos recuerdos ahí”, dice Charly. “El de Serú, por ejemplo, aquella vez me shockeó por la cantidad de gente que coreaba las canciones”.

Esa noche, además de gritar los dos goles de Messi y el de Lautaro Martínez, Charly se sacó una foto en los vestuarios con el capitán de la Selección Argentina. Una imagen, hasta entonces inédita, de un cruce entre dos íconos. “El encuentro fue muy emocionante”, dice Charly. “Soy muy fan de él. Me sorprendió muchísimo su humildad”.
La última polaroid es del martes 16 de septiembre, apenas unos días antes de mandar a imprenta esta edición de ROLLING STONE. Por segunda vez en una semana, Charly se acercó hasta La Fábrica, un flamante venue sobre la calle Fitz Roy, a metros de la avenida Córdoba, que desde fines de los 80 y durante al menos una década fue su sala de ensayos. En ese espacio, que comienza a templar una mística propia, esa noche cantaba Bernard Fowler, el corista de los Rolling Stones y viejo amigo de García. Sentado en una mesa al fondo del salón, para apenas 70 personas, Charly disfrutó del concierto junto a Tato, su amigo Javito y Mecha Íñigo, su novia desde 2011. A su izquierda, en la mesa, estaban Patricio Sardelli, guitarrista y cantante de Airbag y su amigo Kike Passo, exlíder de Místicos. La conversación giró en base a dos gustos compartidos: la música clásica y el tango. También estaba Fernando Samalea, que recordaba las posiciones que tenían los instrumentos cuando este elegante salón era la sala de ensayos, junto a su novia, Michelle Bliman. Fowler le dedicó su versión de “Happy and Real”, el tema que Charly escribió y grabó en 1991 para Tango 4, su disco con Pedro Aznar. Luego, se acercó a conversar a la mesa y rieron como viejos amigos. A Charly se lo veía, como dice su canción, feliz y real. Una módica plenitud.
Fuente: Rollingstone
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