El detrás de escena de la banca familiar para Russo en medio de la crisis de Boca

Si algo caracteriza este momento de la vida de Miguel Ángel Russo, el hombre que eligió trabajar y superarse en materia de desafíos, en lugar de dedicarse a disfrutar de la vida, es el de sus ganas de luchar. De afrontar los momentos duros poniendo la cara, de frente.

Así, desde que se recuperó del primer sacudón que supuso su enfermedad (mientras era DT de Millonarios, entre 2017 y 2018), su respuesta a la adversidad fue trabajar y trabajar. Primero, completando su ciclo en Colombia como campeón. Después, con pasos por Perú y Paraguay antes de volver por primera vez a Boca, desde donde (tras dos títulos y medio), saltó sin escalas a Arabia y sin que pase un semestre hacerse cargo de Central para (luego de una consagración histórica), no superar los dos meses inactivo antes de asumir el fierro hirviendo que implicaba un San Lorenzo de clima irrespirable.

Lo que sigue es más conocido, con su salto a Boca de la noche a la mañana y todo lo que lo tiene inmerso en una actualidad que le da -a diario- más motivos para estar en pie de guerra que permitirle estar relajado.

Es a partir de ese espíritu que la coyuntura que apuntala las dudas sobre la continuidad de Russo motivó que Ignacio, su hijo futbolista, saliera a desmentir los rumores sobre un estado de salud que preocupe al punto de poder ser el detonante de una salida anticipada.

“Se hablan cosas porque él tampoco dice nada. No tiene por qué hacerlo, y está bien. Tiene que seguir e intentar ganar el próximo partido para calmar un poco todo”, analizó Nacho, luego de la victoria que su Tigre obtuvo ante San Lorenzo por Copa Argentina.

La afirmación, está claro, apunta a descartar las versiones acerca de un supuesto pedido de la propia familia y de los allegados de Miguel de correrse de tanta exposición y del desgaste que la atmósfera del día a día de Boca le puede generar. De lo que no escapa es de la realidad de los resultados, esos que hoy apremian y que –tal como contó Olé tanto la semana anterior como en la previa al inicio de la presente– emplazarán inevitablemente el tiempo de Russo en el banco xeneize.

Claro, la necesidad de aclarar también es una respuesta a quienes ven un gesto de debilidad en los movimientos lentos de Miguel en cada una de sus apariciones públicas. Una realidad indiscutible pero que forma parte de la intimidad de las decisiones del entrenador, quien en más de una oportunidad dejó en claro que su prioridad pasa por preservar la salud y que esa premisa da por sentado que si está en acción es porque está en condiciones.

Eso, su convicción y su fuerza es lo que también destacó Russo Jr. al aclarar que “Yo me quedo con lo que me dice él. Me quedo tranquilo, y más al verlo bien”.

El asunto es que cada vez son más las voces que surgen desde el Predio que dan cuenta de un panorama que preocupa, sobre todo viéndolo con los ojos con los que se ven todo en estos días por Ezeiza: con la sensación de que el vaso está siempre medio vacío.

Esa pesadumbre a la que nadie aporta soluciones tiene a la situación de Russo como eje principal, pero deja fuera de discusión temas quizá más relevantes como los del armado del plantel (aparentemente en pausa tras los cimbronazos que se generaron post Huracán) y de cómo será el futuro de un Boca que anunció en off un cambio drástico en la conducción del fútbol pero que aún no la hizo efectiva, con lo cual -al margen de si se concreta o no la salida del Consejo de Fútbol y la llegada de un mánager- la incertidumbre sobre cómo será lo que viene es cada vez más grande.

Todo el combo deja margen para que cualquier cosa pueda pasar, incluso cuando Russo pueda salir airoso del próximo compromiso. Y sin dejar de contemplar aquello que su hijo dejó como sentencia final en sus declaraciones: “Miguel está bien de salud y contento. En lo deportivo un día perdés y otro ganás. Obviamente que se hablan muchas cosas de más, que varias se inventan, pero entiendo que el Mundo Boca es así y vende eso”.

Eso, el Mundo Boca. Tan particular que da señales de estar a punto de explotar y no lo hace. En parte, porque la espalda de Miguel aportó y sigue aportando para la causa. En parte, porque Juan Román Riquelme movió fichas en pos de desviar la atención y que nada de lo que hacía prever el tsunami terminara derribando algo de lo que se construyó tan frágilmente en el último tiempo.

Sin embargo, hay una realidad y es la que se vive y se respira a diario, que tendrá su correlato en los resultados. Y que sólo Miguel Ángel Russo sabrá hasta dónde tendrá ganas de afrontar. Por lo pronto, con su propio hijo bancando la parada en su nombre. En el nombre del padre.