Acaso nuestro inefable tribunal vernáculo hubiera resuelto las tres expulsiones del Boca-Benfica con una fecha para cada infractor, y santas Pascuas. Uno fue a disputar la pelota muy arriba y se encontró con el bocho de un rival, otro hizo un feo foul con la plancha alta, y otro armó un pequeño escandalete desde el banco cuando el VAR llamó para cobrarle un penal en contra.
Primero, rápidamente hay que cambiar el chip: no estamos en la Argentina, donde rara vez una sanción pasa de dos partidos y al que insulta a un árbitro poco menos que le dan un premio.
Si Ander Herrera incluyó insultos u ofensas en su rabieta, en un torneo FIFA marche preso y no hay mucho para discutir.
Sí parece, en cambio, una desproporción que las dos rojas por juego brusco grave hayan sido valoradas de manera tan distinta: al italiano Belotti le dan dos fechas y a Nicolás Figal, cuatro.
No merece Figal ninguna medalla por lo que hizo, pero se ve muy severo castigarlo con el doble de partidos que a un rival que, aun sin darse cuenta, casi le arranca la cabeza a Ayrton Costa. Cuantimás en un torneo en el que como máximo que podés estar en siete juegos: casi te están dejando afuera.
El central de Boca incurrió en una zoncera recurrente que su equipo no consigue corregir, cierto, tanto como que se arrepintió en seguida y hasta hizo una disculpa pública en redes.
Si lo que FIFA está diciendo es que el que cometió una torpeza en disputa leal de la pelota no puede tener la misma pena que uno que fue directo a golpear, pues también de esto hay que tomar nota.
Para refrescar que la deslealtad está bien penada, y también para controlar que en todo el resto del torneo la comisión de disciplina sostenga ese rigor. De lo contrario, ¿cómo no pensar que hay una vara para uno y una distinta para otros?

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Fuente: Olé.com.ar
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