Como se leía en el anillo de Julio Grondona, «todo pasa» en la vida. El tiempo cura o, al menos, deja atrás el dolor, los padecimientos, pero, generalmente, cicatrices quedan. Es el caso de Angel Cabrera, quien hace una veintena de años estaba en la cima de su carrera deportiva, el golf, reconocido mundialmente, y un par de años atrás veía, tras las rejas, cómo ese capital se esfumaba y la figura pública, quedaba abollada.
Del saco verde al traje a rayas, se podría titular o resumir estas últimas dos décadas del único golfista argentino que ganó dos Majors (como los Grand Slams de tenis), pero que lejos de quedar en el olimpo se hundió en un pozo del que, como el tiempo pasa, salió para volver adonde tocó el cielo con las manos: el Masters de Augusta. El torneo arranca este jueves con el Pato como uno de los protagonistas en busca de la gloria y parte de los 20 millones de dólares de premios.
Cabrera pegó el primer gran éxito rotundo en el 2007 al quedarse con el US Open (por un golpe sobre Tiger Woods, N° 1 del mundo) y, dos años después, conquistó el famoso Masters de Augusta, en el que se distingue al campeón con ese saco verde mencionado, tras el desempate con Kenny Perry. Los cordobeses le armaron un desfile como si se hubiese ganado el Mundial de fútbol.
En nuestro país, el Pato era referencia desde hacía rato. En el 2000, junto con otro cordobés, Eduardo Romero, mucho más simpático y no tan cascarrabias, fueron segundos en el Mundial de golf que se celebró en el Buenos Aires Golf Club de Bella Vista, donde Jorge Macri tenía su casa. El evento resultó tan trascendente que fue visitado por el entonces presidente Fernando De la Rúa y también por su reemplazado, Carlos Saúl Menem. EE.UU. con Tiger Woods fue campeón.
El palmarés de Cabrera también incluyó ser subcampeón de Augusta en el 2013 y ganador del The Greenbrier Classic del PGA Tour por 1.170.000 dólares en el 2014. Vencedor en 27 torneos de todo el mundo, sus ganancias se calculan en unos 3.500.000 verdes.
La caída del Pato Cabrera y la cárcel
Sin embargo, sus días de andar omnipotente e intocable en los greens y fairways se torcieron a partir de su conducta errática.
El golfista nacido en Villa Allende hace 55 años fue denunciado por su expareja Cecilia Torres Mana, oficial de Policía, por violencia de género. Según las crónicas, la mujer fue a buscar a Cabrera cuando volvía a la casa «en estado de ebriedad, momento en que se encontró con la camioneta del deportista en una estación de servicio de la zona, hablando con otra mujer. Esto habría decantado en una fuerte discusión que fue subiendo de tono. Según las versiones, Cabrera subió a su vehículo y chocó al de Torres, antes de partir rumbo a la casa de ella en un country de la zona. Ella logró interceptarlo en la guardia del complejo y sostienen que, allí, Cabrera la insultó y la golpeó».
Torres Mana, luego, reveló un vídeo donde se observa cómo el golfista la insulta muy violentamente y hasta compartió fotos de moretones provocados por él, quien resultó imputado por lesiones.
Otra ex pareja, llamada Micaela Escudero, también lo denunció por violencia de género, logrando obtener una orden de restricción para que no se acercara a ella y también logrando que lo imputaran por sus agresiones físicas y verbales.
El Pato, finalmente fue sentenciado a prisión en el 2021 -interpol lo «capturó» en Brasil-, y un año después se declaró culpable cuando otra mujer presentó acusaciones similares. Por todo eso lo sentenciaron a tres años y diez meses de cárcel en Córdoba.
Por buena conducta, salió bajo libertad condicional en agosto de 2023.
El regreso al golf del Pato Cabrera
El prontuario del cordobés jamás hizo mella en el ambiente del golf. De hecho, en el mismo 2023 pudo volver a jugar, aunque no en Estados Unidos por los problemas legales.
Hoy sí puede entrar, con libertad condicional vigente. Y está donde parece sentirse más feliz: en el Augusta National, donde lo recibieron como parte de la familia y hasta compartió la cena de los campeones, el martes. De hecho, el presidente del exclusivo club, Fred Ridley afirmó que su estatus de por vida como excampeón permanecía intacto.
“La vida me ha dado una segunda oportunidad. Estoy muy agradecido de cómo me han recibido», dijo Cabrera tras su ronda de práctica a un pequeño grupo de periodistas.
“Tuve una etapa de cuatro o cinco años que debería cambiar”, aseguró con esa cicatriz virtual que no se ve pero se siente. “Mi arranque venía bien, pero tuve esos años malos. El pasado ha quedado atrás. Hay que mirar al futuro”.
Tuve una etapa de cuatro o cinco años que debería cambiar.
Cabrera, mientras tramitaba la visa para poder ingresar nuevamente a Estados Unidos, recibió de regalo una bolsa de palos de su histórico entrenador, Charlie Epps. Fuera de los flashes, e incluso en horarios marginales, sin testigos, el Pato comenzó a intentar esos swings que lo llevaron al firmamento de la pelotita, aunque quizá no con la potencia de antes. “Comencé a practicar mucho, poniéndome en forma», aseguró.
En su caso, el golf puede ser como la bicicleta en el resto, en cuanto a que la memoria corporal no se pierde. Entonces, este domingo ganó el James Hardie Pro Football Hall of Fame Invitational disputado en Boca Raton, Florida, torneo perteneciente al Champions Tour de la PGA. Cabrera estaba empatado con el coreano K.J. Choi tras conseguir un birdie en el hoyo 17 en el torneo al que entró en el último minuto cuando Mark Hensby se retiró. El Pato, con dos putts en el 18, celebró una victoria que no se le daba desde el 2017, cuando ganó con, su homónimo, un torneo de padres e hijos en Orlando.
“Me arrepiento de haber hecho las cosas mal”, dijo Cabrera, “pero al mismo tiempo, esas están en el pasado y tenemos que mirar hacia adelante”, afirmó el ganador del Olimpia de Oro 2007.
Me arrepiento de haber hecho las cosas mal.
Ese «adelante» incluye la salida a las 11.59 de este jueves como único argentino en participar del primer Major del año (ESPN y Disney+). Porque todo pasa, aunque cicatrices queden.

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Fuente: Olé.com.ar
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