
La cantante y compositora Juana Molina despidió al cómico Antonio Gasalla, quien murió este martes a sus 84 años. “Qué manera de divertirnos cuando trabajé en su programa”, escribió su compañera de sketches durante los años que cerraban la década del 80, al tiempo que se lamentó: “Y qué triste lo que pasó después”.
En diálogo con LA NACIÓN, la artista recordó su ingreso al programa que Gasalla lideraba en ATC (hoy Televisión Pública), El mundo de Antonio Gasalla. “Yo estaba trabajando en La noticia rebelde, me estaba empezando a ir muy bien y de golpe me llama Antonio por teléfono. No sé a quién se lo habrá pedido, pero supongo que a alguien de mi familia, porque era muy amigo de mi mamá y mi papá”.
“Hija, quiero que trabajes en mi programa”, fue lo que Gasalla le dijo a Juana Molina. “Casi me muero –repasa–. Fui a verlo y me venía bárbaro, porque los dos programas eran en ATC y podía congeniar los horarios. Me recibió con muchísimo cariño, con el cariño que implica haber sido amigo de mis padres. Con mi viejo (Horacio Molina) coincidieron en café concerts y se conocían mucho de la época en que él trabajaba con Carlitos Perciavalle”.
Para Juana, Gasalla era como “un tío lejano”, así lo recuerda. “Lo había visto de niña pero no me acordaba y fue importantísimo. Fue un momento álgido en mi carrera y él era… le gustaba. Me da la sensación que le gustaba que nosotros [el resto del elenco] lo divirtiéramos a él. Si la pasaba bien era una garantía de que iba a funcionar. Nos llevábamos bastante bien. Nunca fuimos íntimos amigos, pero teníamos linda relación y para mí trabajar en ese programa fue increíble”.
A través de su cuenta de X, la artista hizo un repaso sobre su camino actoral juntos y las diferencias que los alejaron. “A veces sentía que se olvidaba de actuar porque se distraía mirándome como si fuera un espectador. Para mí era todo que él se divirtiera conmigo, me hacía actuar mejor, ser más libre”, expresó, y destacó su generosidad: “Nunca jamás compitió ni fue de esos que no quieren que los demás se destaquen, al contrario, era como si necesitara que fuéramos sus bufones, que lo hiciéramos reír a él”.
Más adelante, Molina se refirió al momento exacto que significó el quiebre de su, hasta entonces, sólida relación: “Un día, Fernando Marín me llamó para proponerme hacer mi propio programa. Fue a principio de año del ‘90, cuando la temporada de Gasalla acababa de empezar. Le dije que sí, pero que para el año siguiente, que ya estaba comprometida con Gasalla ese año. Entonces, pensando que actuaba con la fidelidad que correspondía, lo primero que hice fue contárselo a Antonio”, contó. Y reveló su reacción: “¡Para qué! se enojó muchísimo conmigo. Muchísimo, muchísimo, muchísimo y fue una pesadilla ese año. Nunca me lo perdonó. Casi ni participaba en el programa, y mucho menos en la obra de teatro de ese verano”.
En diálogo con este medio, Juana agregó: “Era muy fácil todo con Antonio. Era muy divertido, había que estar todo el tiempo inventando personajes. Algunos eran para una sola ocasión. Cuando hacía la periodista, una muy mamarracha, había que inventar personajes para que ella las entrevistara. Nos tocaba a uno por programa y como éramos tantos, a mí me tocaba cada dos meses, más o menos. Siempre había uno al que le tocaba ser entrevistado en función de un personaje inventado para la ocasión. Eso era lo que más me gustaba. Él se sorprendía con lo que yo hacía. Eso estaba improvisado, no había libreto. Tenía ese vértigo que estaba muy bueno”.
Casi sobre el final de su relato, la actriz recordó que se acercó para saludarlo en una entrega de los premios Martín Fierro, pero que el capocómico le demostró que continuaba ofendido. “Si tan sólo hubiéramos tenido la madurez [de] hablar aquella vez. Ver si había una opción mejor y no quedarnos ambos con este nudo en la garganta, esta tristeza que, evidentemente, tuvimos los dos. Qué orgullosos somos y las cosas que nos perdemos por eso”, se lamentó.
La carta completa de despedida de Juana Molina Antonio Gasalla
Murió Antonio.
Qué manera de divertirnos cuando trabajé en su programa.
Y qué triste lo que pasó después.
Me siento un poco como las actrices que escribieron sobre ellas mismas cuando murió David Lynch, pero lo cierto es que lo más lindo de Antonio era cuando me amaba. Cómo me miraba cuando lo hacía reír. A veces sentía que se olvidaba de actuar porque se distraía mirándome como si fuera un espectador. Para mi era todo que él se divirtiera conmigo, me hacía actuar mejor, ser más libre.
El lugar que me dio fue enorme y me hizo crecer. Generosísimo, nunca jamás compitió ni fue de esos que no quieren que los demás se destaquen, al contrario, era como si necesitara que fuéramos sus bufones, que lo hiciéramos reír a él. Era muy lindo eso, muy único.
Era severo, pero increíblemente cómico y sensible. No hace falta que se los diga yo.
Además había una familiaridad extra por el hecho de que él y papá coincidieron mucho en café concerts y espectáculos varios cuando yo era chica.
Sin hacerme la importante, terminé siendo su compañera principal en todos sketches, pero eso no duró mucho.
Un día, Fernando Marín me llamó para proponerme hacer mi propio programa. Fue a principio de año del ‘90, cuando la temporada de Gasalla acababa de empezar. Le dije que sí, pero que para el año siguiente, que ya estaba comprometida con Gasalla ese año. Entonces, pensando que actuaba con la fidelidad que correspondía, lo primero que hice fue contárselo a Antonio.
¡Para qué!
Se enojó muchísimo conmigo. muchísimo, muchísimo, muchísimo y fue una pesadilla ese año. Nunca me lo perdonó. Casi ni participaba en el programa, y mucho menos en la obra de teatro de ese verano, en la que finalmente quedé afuera porque me tiré de un caballo desbocado y me esguincé horriblemente.
Fue durísimo cuando estrenamos Juana y sus hermanas, yo sólo pensaba en Antonio.
Un día me lo encontré en una entrega del Martín Fierro y me acerqué a saludarlo:
“¿Qué querés?” me dijo. “Saludarte”, contesté. “Ya está, ya me saludaste, qué más?”.
Y ahí me fui y nunca supe más nada de él hasta que hace poco, mamá me dio una carpeta de recortes que había juntado durante años y ahí encontré una nota suya, de 2013, en la que decía unas cosas lindísimas sobre mi.
Fue un shock. Por inesperado y porque ya era 2023 y eso lo había dicho hacía 10 años. Él ya estaba enfermo y era tarde para verlo y que nos perdonáramos, abrazáramos y demostráramos nuestro mutuo cariño.
Qué tristeza
Si tan sólo hubiéramos tenido la madurez hablar aquella vez. Ver si había una opción mejor. Y no quedarnos ambos con este nudo en la garganta, esta tristeza que, evidentemente, tuvimos los dos.
Qué orgullosos somos y las cosas que nos perdemos por eso.
Antonio, te estoy inmensamente agradecida por haberme dado el lugar que me diste y por tu gracia infinita.
Fuente: La Nación
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