Un sábado reciente, de esos en los que el verano agrava la moción de cualquier cuerpo, encendí la computadora y me conecté a un link de Zoom que, días atrás, me había enviado una trabajadora de prensa. Tenía una entrevista estipulada con Karla Sofía Gascón, la intérprete española que venía de hacer historia como la primera actriz trans nominada al Oscar. Y admito que la idea de conversar con ella me intimidaba un poco. “Dicen que es brava”, me había advertido un colega cineasta, y en el proceso de investigarla un poco había dado con una aparición televisiva suya en la que antagonizaba fuertemente, aunque no sin razón, contra el periodista que la interrogaba.
Mis inquietudes se disiparon al instante, ni bien Gascón ingresó a nuestra videollamada desde un departamento en Uruguay. Se encontraba allí en el marco del Festival de Cine de José Ignacio, promocionando la película Emilia Pérez, y se la escuchaba animada y agradecida, con la misma tesitura regia con la que encaró al personaje homónimo. Le dije que la noticia de su nominación se sentía como un gesto esperanzador en el seno de una época que, cada vez más, se configura abiertamente anti-LGBT; hecho que se constata, por ejemplo, en los avances de partidos como Vox y AfD en Europa, o en los dichos repudiables del mandatario argentino en el Foro Económico Mundial de Davos (“¿Dijo algo de mí Milei?”, satirizó ella antes de dar inicio a nuestra charla).

De la noche a la mañana, sin embargo, la conversación que sostuve con Gascón sobre su proceso artístico perdió pertinencia periodística. Con la misma precipitación, entraron en duda las declaraciones que me dio sobre los proyectos nuevos en los que ya se encontraba trabajando, como la adaptación cinematográfica de Las malas, la novela de la argentina Camila Sosa Villada. No por un déficit propio, si me permiten la falta de humildad, sino por el desenvolvimiento súbito de un desastre de relaciones públicas con proporciones inéditas.
Lo que debería haber constituido un momento luminoso para la representación queer se vio rápidamente apañado por la reaparición de unos cuantos tweets de odio que Gascón había escrito años atrás. Sucede que ella tampoco estaba exenta del avance de discursos anti-progresistas y anti-inmigratorios, y el efecto fue de condena inmediata: Karla terminó apartada de la campaña promocional de su proyecto. ¿Cómo es que Hollywood se conmovió tanto con un relato de redención trans, al punto de nominarlo en trece categorías distintas, cuando no parecieran reservar esa clase de clemencia para su propia vida pública?
Emilia Pérez es una película demasiado singular y, en consecuencia, tiene sentido que su caída en desgracia lo haya sido en la misma medida. El musical dirigido por Jacques Audiard, que debutó en la Competencia Oficial del Festival de Cannes, examina la transformación de su protagonista en el momento en que decide renunciar a su vida como narcotraficante y asumir su identidad como mujer. No hace falta aclararlo: El concepto de un Rusical dramático en el que el Chapo Guzmán se convierte en una Madre de Plaza de Mayo es una controversia en sí misma. Y, como si esa premisa no fuese lo suficientemente polémica escindida de cualquier contexto, sucede que Emilia tuvo el mal tino de insertarse en una temporada de premios particularmente ponzoñosa, en la que se conjugaron una serie de factores inusuales: la presencia de dos pop stars en carrera, Ariana Grande y Selena Gomez, con sus respectivos ejércitos en línea; el afán mundialista del público brasileño, que se organizó para hacer ruido en favor de la excelente Ainda Estou Aqui (potencial ganadora del primer Oscar para su país); y la causa nacional en la que se convirtió para México el hecho de odiar al largometraje de Audiard.
Puedo atender las críticas que se le hacen a Emilia Pérez por la representación europeísta y problemática de la cultura mexicana, la tragedia del narcotráfico y la experiencia trans. Aunque no considero que la moral sea la óptica más interesante desde donde evaluar una obra de arte. Claramente, la osadía morfológica de Emilia es algo que conectó con mucha gente en la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Así, en principio, deberían explicarse las trece nominaciones. Sin embargo, esta fidelidad hacia la forma pareciera entrar en contradicción con la cruzada por invisibilizar a Karla, y la demanda reiterada de revocar su nominación histórica. Rescindir la nominación no sólo implicaría la hipocresía de una punitiva selectiva y discriminatoria; delataría, además, que la votación fue motorizada por un moralismo dudoso que ni siquiera fue capaz de detectar tweets que ya existían públicamente.
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La aparición de estos mensajes, que fueron desenterrados por la periodista canadiense Sarah Hagi, fue precedida por un prólogo igual de dramático. La noche anterior a la polémica, se viralizó un fragmento de una entrevista con Folha de S. Paulo en donde Gascón acusaba al “equipo” de Fernanda Torres (su compañera en la categoría a Mejor Actriz, nominada por Ainda Estou Aqui) de haber llevado a cabo una campaña de desprestigio en contra de Emilia. Es difícil de discernir si el comentario de Karla aludía a alguna táctica weinsteiniana que identificó en Sony Picture Classics (la distribuidora del film brasileño), o si simplemente malinterpretó el accionar orgánico e independiente de los fanáticos de Torres. Poco importa, a fin de cuentas. Su falta de media training casi le cuesta la nominación, gratuitamente: la favorita a ese Oscar nunca fue Torres sino Demi Moore.
No obstante, pese a que el “Girl, so confusing” que se generó entre las dos intérpretes no llegó a tener repercusiones concretas, la exhibición de los tweets sí trascendió: medios como Variety, Hollywood Reporter y el New York Times se ocuparon de reportarlos. Lo que siguió después fue una serie de disculpas y retractaciones diarias, coronadas con una entrevista de una hora que Gascón concedió a CNN, sin el visto bueno de su productora, Netflix (“En esta última etapa, desde que hice todo esto, no he parado de recibir odio, amenazas de muerte, insultos e improperios”, llegó a decir). En represalia, el gigante de streaming la borró de sus publicidades, y eliminó la financiación de su campaña por el Oscar. De igual manera, el equipo de Emilia Pérez la dejó naufragando sola. Hasta Audiard admitió que no tenía interés en hablar con ella.
Lo que Gascón le dijo a Rolling Stone Argentina sobre el cineasta francés, en cambio, fue mucho más digno: “Jacques Audiard es el mejor director que me encontré en mi vida actoral. Es un tipo con una versatilidad, una capacidad de creación, un amor por el cine y una alegría que es contagiosa. Se nota en cada cosa que hace que está disfrutando de su trabajo. Es como un niño jugando con trenecitos, y eso es algo que los adultos perdemos muchas veces a la hora de trabajar. En este mundo hay mucho técnico y poco artista, y mucho artista sin técnica, como yo que tiro más por la intuición. Jacques es un artista, es un genio que no se casa con sus propias ideas. En muchos momentos coincidía conmigo, pero también rebajó mi punto de comedia. Tuvo la mesura de no dejarme hacer una gracia tras otra, y me ha convertido en una actriz muy seria y de mucha verdad. Es un honor completo haber trabajado con él”.
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“No quise conocer su obra antes de empezar a trabajar con él para que no condicione la relación tan de tú a tú que tuve. Creo que ese fue uno de los éxitos de la película, que yo no me sintiera opacada por su magnitud. En Francia es una eminencia; cuando entraba al estudio, todo el mundo se ponía a temblar, y yo les decía: ‘¿Por qué se ponen tan tensos? Si no les gusta algo se lo dicen y ya está’. Nadie se atrevía con él, y creo que eso es lo que más valoró él conmigo; tener a alguien sincera a su lado que pudiera decirle las cosas al oído. El primer encuentro que tuvimos fue en París. Lo vi aparecer con una gorra, y le dije: ‘¿Sabés qué? No sé si sos Jacques Audiard o Jacques Cousteau, pero encantada. Lo único que te falta es el arpón’. Yo era amante de los documentales de Cousteau”.
De esta breve reconstrucción se desprenden unos cuantos debates. El más inmediato y obvio es que nada de lo que escribió Gascón en el pasado está bien. Pero no creo que los reproches nazcan de las buenas intenciones de Internet. Si así fuese, los arqueólogos con sed de verdugos hubiesen desenterrado también aquellas entrevistas en las que Karla admitió haber lidiado con ideación suicida. No hace falta remitirse a un caso tan extremo como el de Roman Polanski; es evidente que hay un subtexto demasiado transfóbico en la vehemencia con la que se la persiguió a ella específicamente, y no a alguien como Audiard, que sigue siendo premiado mientras afirma impunemente que el Español es un idioma de pobres y migrantes.
“He pasado momentos muy difíciles”, me dijo Karla cuando le pregunté si tuvo que sortear demasiados obstáculos como actriz trans, en el medio artístico y fuera de él. “Al principio, no sabía si iba a poder seguir dedicándome a mi profesión. Después, los personajes que me fueron llegando estaban siempre relacionados con lo mismo: con la prostitución y la marginación que sufren las personas trans. Por fortuna, tuve la oportunidad de interpretar a un personaje en la serie Rebelde, y ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que las cosas podían cambiar, y de que no hacía falta que se hablara de la sexualidad del personaje que debía interpretar. Hay algo que está cambiando alrededor del mundo. Tengo que agradecer a Netflix que, antes de empezar sus producciones, sostiene charlas con sus equipos que están dedicadas al respeto entre los miembros, con protocolos en caso de que cualquier persona que cometa una infracción pueda ser neutralizada rápidamente”.
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Así como Gascón describió a los Óscars como un “festival afro-coreano” y “reivindicativo” en uno de sus tweets, los detractores de ella llegaron a cuestionar el mérito de su propia nominación. Lo cierto es que hizo un muy buen trabajo, en sintonía con las ambiciones operísticas que exigía el proyecto. Se acomoda, muy plácidamente, en el arquetipo de una grand dame. De la construcción de Emilia Pérez, el personaje, Karla tuvo mucho para decirme.
“Cada experiencia humana es diferente, da igual que sea parecida. Pero, si te soy sincera, mi conexión con el personaje fue por la no aceptación de la pérdida del ser amado, y por la dificultad en dejar de hacer lo que los demás esperan que hagas. Han sido constantes en mi vida que he querido trasladar al personaje. Yo también he estado envuelta en esa oscuridad profunda y me ha devuelto, al igual que a Emilia, en forma de luz. Utilicé una parte de mi vida que me había hecho mucho daño para dejársela a Manitas, y en muchas secuencias le hablo directamente a alguien en este mundo; por eso tienen tantísima veracidad”.
“Una de las cosas más bonitas, teniendo 52 años y habiendo empezado a los 16, es ser un ejemplo para mis compañeros que conocen las dificultades que tenemos los actores y las actrices en nuestras vidas personales. Nunca dejé que me hieran, por mucho que me hayan dicho que esto no valía. En mis inicios, iba a castings y dejaba fotografías y se reían; me decían: ‘Te falta una con el perrito y con la abuela’. He dado funciones para una sola persona, y me he equivocado a la hora de trabajar. Lo más importante que puedo trasladar a los actores que nos están leyendo es que hay que dar todo para que el trabajo de nuestros compañeros sea mejor que el nuestro. Cuando trabajás para que el otro lo haga fatal y vos brilles, y todos en la producción digan: ‘‘Uy, qué mala es la otra y qué buena es esta’, es cuando más te equivocás y menos podés dar de vos misma. Lo he hecho mucho, por eso te lo digo. Eso es algo importante que tenemos que saber los actores: trabajar el presente, trabajar en el ahora y trabajar para el compañero”.
Vuelvo a escuchar el brío con el que me habló Gascón de su trabajo, y quiero creer lo mejor de ella. Tal vez, me digo a mí mismo, su forma de metabolizar el odio que recibió del mundo fue reproduciéndolo de manera exponencial. Aunque sus actos hayan sido reprochables, no llegamos a ver la manera en la que se hubiese comportado esta nueva iteración de su persona, porque su posibilidad de empezar de nuevo se le arrebató prematuramente. Quién sabe si pasará lo mismo con sus próximos proyectos. Las malas, claro está, es uno muy esperado. Se trata de uno de los mayores fenómenos de nuestra literatura reciente, quizás empardando a Mariana Enríquez a nivel rockstar.
“Anoche fui a la casa de Armando Bo, mi director y guionista, y hablamos sobre la construcción del personaje de la Tía Encarna. Ya estamos avanzando cositas porque tengo varios proyectos antes que Las malas, pero ojalá podamos rodar antes del último trimestre del año. Es de los proyectos que más me ilusionan. Creo que va a sorprender, y Argentina tiene que apoyar al máximo porque va a ser una película que, ojalá, pueda repetir el éxito de Emilia, ser una Emilia Pérez 2”.
“Desafortunadamente, todavía no conozco a Camila, pero tenemos una historia que nos liga desde mucho antes, porque al final la vida es un pañuelo. La Jefa de Prensa de mi segundo libro fue la misma que tuvo Camila en México para Las malas, y no hacía más que decirme: ‘Tenés que conocer a Camila, se van a llevar muy bien, la adoro igual que a vos’. Fíjate cómo es la vida que nos ha llevado a trabajar juntas en su novela. Cuando recibí el proyecto, le había dicho a la gente que trabaja conmigo que necesitaba algo que no sea tan oscuro, ni relacionado con la transexualidad. Tuve que cerrar el libro en muchas ocasiones, porque era muy difícil de leer y asimilar todo el odio y la violencia que hay en esas palabras, que son contadas desde un lugar tan natural que hiere. Pero llega Armando, y dice: ‘Karla, sos fantástica para mi personaje’. Es imposible decirle que no. Va a ser algo impresionante, Armando y su equipo están construyendo algo hermoso de verdad. Encarna, a partir de este momento, tiene cara, y voy a dar lo mejor de mí para que su nombre suene tan alto como el de Emilia’.
Quizás, aunque sea difícil, solo sea cuestión de tiempo para que empiece el tercer acto de toda esta historia: el del arrepentimiento y la indignación con la indignación. Demi Moore se subió al podio de los Critics Choice Awards el viernes pasado, y mencionó la ausencia de Gascón. Antonio Banderas y J.A. Bayona la respaldaron públicamente. Hasta el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, se ha pronunciado al respecto, afirmando que ‘en momentos con discursos tan preocupantes, hay que defender el respeto, la tolerancia y la diversidad’. Emilia Pérez termina con el cuerpo de su protagonista siendo procesada y velada por un pueblo que la pontifica. No hace falta que la realidad imite tanto a la ficción.
Fuente: Bartolomé Armentano, Rolling Stone.
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