Germán Martínez llegó al debate sobre ficha limpia con la resignación de quien conoce de antemano el desenlace, pero con la determinación de salir fortalecido de la batalla discursiva. No había margen para otra fractura después de la semana anterior, cuando la votación sobre la suspensión de las primarias expuso las complejidades del espacio: cada cual priorizó su conveniencia electoral, al margen de la línea de mando. Esta vez, el jefe de Unión por la Patria en Diputados tuvo revancha. Con un objetivo claro –blindar a Cristina Kirchner–, reagrupó a su tropa, mostró los dientes y, aunque solo por unas horas, logró aplacar la tensión interna que desangra al PJ.
En la cúpula del bloque insisten en que nunca hubo señales de debilidad, pero en las bases comparten una certeza: el santafesino respiró aliviado. No solo logró reivindicarse internamente, sino que además recompuso puentes con el kirchnerismo, que aún digería con fastidio su abstención en la sesión anterior. Consciente del frágil equilibrio interno, Martínez eligió la prescindencia en la votación sobre las PASO para evitar un quiebre sin retorno.
Pero su margen de maniobra se achica. Según pudo saber LA NACION, los reparos de Cristina Kirchner existen desde antes. Le había delegado, junto a Agustín Rossi, la tarea de ordenar la interna santafesina y cerrar un acuerdo con Marcelo Lewandowski, que terminó yéndose por fuera del PJ para competir en la elección de convencionales constituyentes santafesinos. Para la exvicepresidenta, ese traspié en un distrito clave sigue siendo una cuenta pendiente.
En el entorno de Martínez descartan cualquier pase de factura. Argumentan que fueron ellos quienes impulsaron la lista de unidad y que, en todo caso, la ruptura la provocó el otro sector. “Santa Fe no tiene nada que ver con esto”, insisten.
Esto explica la exhibición de kirchnerismo duro de Martínez durante el debate por ficha limpia. Allí vociferó “proscripción”, desafió abiertamente al presidente de la Cámara, Martín Menem, y dejó en claro que sigue siendo el capitán del barco. Su estrategia funcionó: la bancada se unificó detrás suyo, incluido Roberto Mirabella, el santafesino que rompió con el bloque a fin de año tras denunciar el centralismo del AMBA. La imagen de disgregación que había dejado el bloque la semana anterior se desdibujó. Esta vez no hubo titubeos ni deserciones.
“Fue un bálsamo”, admitió un diputado del interior, aliviado por la inesperada cohesión detrás de la bandera de la proscripción, un fantasma siempre latente en la memoria peronista, con los 18 años de prohibición que marcaron al partido. “No hubo que forzar nada, se dio solo”, celebró, sorprendido por una unidad que, hasta hace pocos días, parecía una ilusión.
El Gobierno, paradójicamente, les facilitó la tarea. “No operaron”, sintetizó un referente del bloque. Los libertarios y sus aliados tenían los votos para aprobar la media sanción de la ley que impide candidaturas a condenados en dos instancias –como la exvicepresidenta– y, seguros de su victoria, no se molestaron en tentar disidencias dentro de Unión por la Patria. Sin presión externa, Martínez no tuvo que apagar incendios ni frenar desbandes de último momento. La reunión de bloque del martes transcurrió sin sobresaltos, lejos del clima de reproches que había dominado el cónclave anterior. Por una noche, la historia pesó más que las diferencias acumuladas.
El kirchnerismo duro –con Vanesa Siley y Rodolfo Tailhade– encabezó la resistencia, pero no estuvo solo. A su lado jugaron los massistas Sabrina Selva, Mónica Litza y Cecilia Moreau, además de legisladores del interior como el chaqueño Juan Manuel Pedrini. En el mismo pelotón se encolumnaron los diputados referenciados en Juan Grabois, entre ellos Natalia Zaracho, de Patria Grande. Siete ausencias matizaron la postal de unidad, aunque solo una hizo ruido: la de Daniel Gollán.
El exministro de Salud bonaerense, el diputado más cercano a Axel Kicillof, evitó sumarse a la votación. Consultado por LA NACION, justificó su faltazo con un argumento institucional: “Milei impone una agenda legislativa ajena a las preocupaciones de los argentinos. No voy a participar de ninguna sesión extraordinaria si no se trata el presupuesto”, sentenció. Y fue más lejos: “Lo que estamos viviendo es una falta total de respeto a nuestro pueblo. Sin ley de leyes, no hay futuro”.
El gobernador de Buenos Aires tampoco se quedó callado. Horas después de la media sanción, rompió el silencio en X con un mensaje que no dejó margen de dudas: habló de “persecución” y denunció un intento explícito de “proscripción” contra Cristina Kirchner. Pero lo más significativo no fue el contenido del posteo, sino su destinataria: Kicillof etiquetó a la expresidenta, suficiente para romper el hielo. Cristina no acusó recibo. En un peronismo en ebullición, hasta los gestos más insignificantes pueden marcar el rumbo de lo que vendrá.
Qué paradoja que le llamen Ficha Limpia a un proyecto que solo busca ensuciar y que tiene el objetivo claro de proscribir a @CFKArgentina. La libertad que tanto pregonan el oficialismo y sus aliados termina siendo una farsa y se nota cada vez más, aunque quieran disimularlo con…
— Axel Kicillof (@Kicillofok) February 12, 2025
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