Las cotorras argentinas, cotorras monje o Myiopsitta monachus, nombre científico, son una especie invasora que ha salido del país y se instaló en distintas ciudades de toda Europa. El crecimiento de su población ha llevado a que un grupo de investigadores estudie las formas de comunicarse de estos animales, descubriendo que manejan un nuevo tipo de lenguaje diferente al de Argentina.
Atenas, Barcelona, Bérgamo, Bruselas, Legnago, Madrid, Pavía y Verona fueron los espacios estudiados por un grupo perteneciente al Instituto Max Planck de Comportamiento Animal y de Antropología Evolutiva. A su vez, estos territorios presentan las mayores colonias de cotorras fuera del país, principalmente Madrid y Barcelona, España.
Llegaron al viejo continente por la fuga en la venta de mascotas.
Para confirmar su hipótesis, que las cotorras han cambiado su idioma por procesos culturales más que genéticos, tomaron grabaciones en distintos parques y ciudades para después comparar los resultados. Los audios se recopilaron al amanecer y en los atardeceres, momentos donde, según ellos, las aves se comunican con mayor frecuencia.
Las “llamadas de contacto” son la forma en la que se identifica una cotorra de otra.
Entre sus principales resultados descubrieron que entre parques públicos cercanos, apenas existen diferencias suficientes como para que se consideren nuevos vocablos. Sin embargo, en varias ciudades o grandes espacios el componente de frecuencia de comunicación era bajo o en inicio en escalera; Pavia tenía cuatro “llamadas de contacto” entre las especies y Bruselas una llamada de contacto de alarma mixta, lo que se puede considerar similar a una alarma.
Con estas frecuencias y formas es que se contactan con otros ejemplares de sus mismos grupos o sectores. Así varía la forma en que modulan entre los distintos países.
Patrones de llamadas de contacto. Fuente: Behavioral Ecology, Volumen 35, Número 1. Además, pudieron evidenciar parcialmente su conjetura de que los cambios en las formas de comunicación se dieron por la deriva cultural de manera pasiva, ya que todavía hay investigaciones que sostienen que las cotorras le dan su propia firma individual a su comunicación con los grupos.
España, el hábitat preferido de las cotorras argentinas
Simeon Q. Smeele, quien participo en el primer estudio con el Instituto Max Planck, también quiso estudiar la comunicación en Barcelona, donde se encuentra la mayor cantidad de cotorras marcadas de manera individual y en libertad en todo el mundo.
En esta oportunidad contó con la ayuda del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (MCNB) y recolectó más de 5.000 audios de las Myiopsitta monachus.
Con los datos ya procesados detectaron una alta variabilidad en la “llamada de contacto”. Así se eliminó la idea de que cada cotorra mantiene su señal individual estable y sugiere que usan algo más, todavía por descubrir, para reconocerse.
Los resultados de la “llamada de contacto” podrían significar que sí, que las cotorras se comunican e identifican de distintas formas según el hábitat donde se encuentran y el grupo con el que conviven.
Fuente: Xataka.com.ar
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