Anoche, por pedido de Cristina Kirchner, el formoseño José Mayans llamó por teléfono a Axel Kicillof para invitarlo al acto de esta tarde en la UMET, donde la líder peronista asumirá la presidencia del PJ. El gobernador bonaerense rechazó la invitación.
Kicillof explicó que ya tenía actividades planificadas de antemano y que no iba a asistir. Así lo confirmaron en La Plata, donde aseguraron que “la agenda de gestión armada hace varias semanas no podía modificarse”.
La decisión del Gobernador de no asistir al acto de esta tarde marca un punto de inflexión en la relación política que lo une a CFK, con la que no se habla desde hace tiempo. Un quiebre marcado que llevó a algunos dirigentes camporistas a pensar que el economista está preparando el terreno para romper la coalición peronista.
La escalada de tensión comenzó esta semana en Moreno, donde el kirchnerismo intentó escenificar la unidad del espacio con una imagen vacía de contenido. Una foto que marcaba con absoluta claridad el cortocircuito entre Kicillof y el tridente CFK – Máximo Kirchner – Sergio Massa.
Para el kicillofismo, el acto en Moreno no sirvió para nada. Fue solo una reunión más de dirigentes en la que se intentó mostrar una armonía interna que no existía. “No se discutió nada de lo importante. Fue solo una foto vacía”, indicaron muy cerca del gobernador bonaerense. Para CFK había sido un momento para discutir la situación economía actual y el posicionamiento del peronismo respecto al gobierno de Milei.
En el cristinismo se profundizó el enojo a gran velocidad. Ven en Kicillof a un nuevo enemigo. Se desmarcan de las acusaciones que surgen de La Plata sobre un operativo para desgastar su figura. Y tratan de imponer la idea de que su decisión es no respetar la conducción de Cristina Kirchner.
Lo cierto es que la ausencia de Kicillof es un puñal para el liderazgo de la ex presidenta. Una muestra más de rebeldía y autonomía en un proceso de descomposición de la relación política. Una señal más de una grieta interna que se está abriendo a una velocidad inusitada.
“La situación es peor de lo que creía”, se sinceró un funcionario bonaerense después de enterarse el faltazo de Kicillof. Hasta hoy la sensación era de una tensión estable. A partir de ahora quedó flotando la idea de una ruptura. O, de mínima, de un alejamiento marcado y una pelea abierta por la sucesión del liderazgo kirchnerista.
El kirchnerismo está enardecido. El enojo con Kicillof rompió todas las fronteras y lo que siga de acá en adelante es una enorme incógnita. ¿Hasta dónde va a llegar la confrontación? ¿Cuál es el límite? ¿Hay límite?
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